miércoles, 3 de agosto de 2011

La musa oscura y el ángel caído

La musa oscura y el ángel caído

El claro estaba iluminado por la luz de una esplendida luna llena… una que hacía demasiado tiempo no veía… las ramas de los arboles que lo rodeaban eran movidos por una brisa helada. Un poco lejos la luz de las lámparas de la calle llegaban hasta el pasto del jardín, más en el claro no, estaba completamente oscuro, la noche era su ama y señora.

Ella no podía resistirse a ese tipo de noches, saliendo de su casa a pasear por aquel oscuro jardín boscoso;  el viento movía su cabello, negro y largo, con unos pocos risos en sus puntas, y a pesar de lo helado de la noche su ropa dejaba mostrar un poco de la blanca piel de sus pechos, saliendo de entre su escote; su figura delgada pero de curvas pronunciadas estaba cubierta por un vestido negro que le llegaba hasta la rotula de la rodilla, sus piernas largas y elegantes terminaban en un par de sandalias plateadas de un tacón bajo.

Su andar era elegante y de porte felino,  su bella cara era poseedora de unos ojos que podrían matar cuando su dueña quería, pero que últimamente parecían estar muertos, sin vida, como esperando una salida, un aliento que la sacase de ese mundo, más no de las tinieblas, ella pertenecía a la oscuridad, aun desde niña, que no sabía de lo que las tinieblas aguarda.
Se dirigió a aquel claro, tomando asiento en la base de un antiguo árbol, sus piernas estaban dobladas hacia un lado, y su mirada se posó sobre el cielo nocturno, mientras que aquella magnifica luna se reflejaba en sus ojos, que parecían vivos; vivos como hacía mucho tiempo no lo estaban, sus pensamientos divagaban al tiempo que su piel se erizaba. Más un ruido, como del aleteo un ave, una muy grande la distrajo del trance hipnótico en el que se encontraba.

Se puso en pie, quedando en medio del claro, donde la luz de la luna baño su piel por completo, mientras que sus ojos buscaban de donde era proveniente aquel ruido, dio una vuelta entera en ese mismo sitio, pero no divisó nada; hasta que puso su mirada en el cielo, directo hacia la luna que estaba sobre ella… una pluma negra caía, parecía que la luna la había dejado caer para ella, como un obsequio de una madre que ama a su hija, ella extendió sus manos de largos y delicados dedos, dejando reposar la pluma sobre la palma de sus manos, era perfecta y su aroma era embriagador.

Se quedó ahí, intrigada de donde provenía, finalmente apoyó sus rodillas en el suelo, y se acostó sobre él, sus negros cabellos se revolvieron con el follaje del suelo, ella era una con aquel sitio, quiso quedarse allí por siempre… más el encanto se rompió… el teléfono no paraba de sonar en su casa, y aquella paz se vio completamente interrumpida por ese sonido que parecía no terminar nunca, finalmente se resignó, poniéndose en pie, regresando a su casa, cuando estaba por entrar al umbral de la puerta dio un último vistazo a la luna, y por un instante le pareció ver algo volando fugazmente, alejándose, se quedó analizando aquello, más tuvo finalmente que entrar, el teléfono seguía sonando.

La noche siguiente el cielo estaba nublado, y la luna asomaba su tez de cuando en cuando, más sin embargo estaba muy oscuro, no como la noche anterior donde podía ver todo con claridad, pero sin importarle eso decidió ir nuevamente a aquel lugar, que ahora le parecía mágico, pero completamente suyo, caminando con sumo cuidado, pues lo que su visión le permitía no era demasiado, así que procuraba no caerse; finalmente llegó a aquel claro, que dejaba ver pequeños rayos de luz en ocasiones, solamente cuando la luna se escapaba de las nubes, que parecían tenerla prisionera. Ella reflexionaba sobre lo ocurrido la noche anterior cuando el sonido del aleteo la hizo suspender sus pensamientos; pero ésta vez se quedó en ese mismo sitio, observando hacia los árboles, hasta que vio, con algo de dificultad, como una pluma negra caía nuevamente justo en el centro del claro, pero no fue a recogerla, se quedó allí, observándola caer hasta tocar el suelo, luego otra, y otra más cayeron, hasta que el aleteo se escuchó demasiado cerca, levantando las hojas secas y algo de follaje que se encontraban en aquel claro.

Los ojos de aquella mujer observaron a la criatura dueña de aquellas plumas, de aquellas alas negras; de piel blanca y con sus vestiduras negras al igual que sus alas, la chica estaba anonadada, no podía creer lo que sus ojos veían; más de alguna extraña manera se le hizo familiar, como que si ya lo conociese. La criatura a excepción de sus alas, parecía un hombre, su complexión era masculina y atractiva, y sus ojos que parecían un poco brillantes estaban posados sobre ella.
-Sabía que te encontraría aquí nuevamente- Sonó la voz de aquel hombre, masculina y refinada, como la de aquellos que han vivido mucho tiempo.

-Eras tú la noche anterior, ¿no es verdad?- Cuestionó ella, que no temía a aquel ser.

-Tienes razón querida mía, he estado observándote- Hizo una pausa. –Desde hace mucho que lo hago- Sonaba su voz que parecía algo cálida, pero tenebrosa a la vez.

-¿Desde hace mucho?- Le preguntó intrigada por eso, ya que se había percatado de él apenas la noche anterior.
-Así es, esperando al momento en que pueda tenerte nuevamente- Dijo como rememorando.
Sus palabras reflejaban dolor, por lo que ella no sintió miedo de él, ni de sus extrañas palabras, que de alguna extraña forma tenían sentido para ella, además del hecho de que sentía calidez y algo familiar en él.

-¿Nuevamente?, ¿es que acaso ya te conocía?- Le cuestionaba poniéndose en pie, acercándose a él para verle con mayor claridad. Parecía ser bastante atractivo, su piel era blanca cual mármol, y sus ojos parecían de vidrio, como los de una muñeca de porcelana.

-Tú lo sabes, lo recuerdas, dentro de ti sabes que lo que digo es cierto- Decía aun con dolor en el tono de su voz, como aquel que ha perdido lo más importante en su vida.

-No te recuerdo, pero es verdad lo que dices, algo en ti me es familiar, como un recuerdo de un profundo sueño- Le decía dando otro paso hacia él, quedando bastante cerca.

-Comprendo, pero yo puedo ayudarte a recordar- Le decía poniendo su mano sobre el rostro de aquella mujer, la cual le pareció algo fría, a pesar de la calidez que recibía de él.

Ella algo hipnotizada por él, su aroma embriagante, el timbre algo seductor de su voz y esa calidez tan familiar solamente respondió: –Sí, hazlo-

Él la tomó entre sus brazos, abrazándola y ella se percató de que de sus ojos pareció caer algo similar a una gota de fino cristal, una lágrima había corrido por su mejilla de mármol; ella casi como un instinto lo abrazó y el al sentir el abrazo cerró sus ojos, y en aquel sitio pareció escucharse algo similar a un suspiro, más bien una expresión de alivio, como que si lo que le aprisionaba el alma por fin le hubiese dejado libre.

Las manos de aquel hombre rodearon la cintura de la mujer, que cerró sus ojos. Él acercó sus labios hasta el cuello de la chica, lamiéndolo; ella exhaló un suspiro, no se lo esperaba, pero le había gustado que lo hiciese. Él subió su mano, acariciándole la espalda, pasándola hasta el estómago de la chica, finalmente llegando a su pecho, posando su mano allí, al tiempo que de su boca salían un par de filosos y enormes colmillos, lo cuáles incrustó en el cuello de ella suavemente; bebiendo lentamente del cálido elixir que corría por sus venas. Ella exhaló un quejido de placer, rindiéndose ante aquel dolor embotado, sentía como su ser era consumido al tiempo que un enorme éxtasis se adueñaba de su cuerpo.

Unos hilillos carmesíes corrían por el cuello de la chica, que ya no respondía en sí, los mismos que estaban en la comisura del la boca de aquel hombre, cuyos ojos poseían el mismo color de la sangre que acababa de beber. Él la puso con sumo cuidado sobre el suelo en aquel claro, la luna había asomado su tez, para ver el rostro pálido de la chica, su amada hija.
-Por fin serás mía nuevamente-  Dijo acercándose su propia muñeca a la boca, haciendo un enorme corte con sus caninos; derramando su propia sangre, la cual metió en su boca.

Y acercándose a ella, haciéndole una caricia en el rostro, depositó un beso en sus labios, la chica parecía beber lo que él tenía en su boca, ya que por su garganta parecía bajar un liquido, luego de unos instantes ella recobró la conciencia, y él de inmediato le ofreció su muñeca, ella la tomó sin demora, alimentándose de él, queriendo beber toda la que había en él; pero él al ver que ya era suficiente la apartó de ella, abrazándola, previniendo lo que seguía.

-Yo- Dijo ella para exhalar un grito que fue ahogado por un fuerte abrazo de él.

Ella comenzó a temblar terriblemente, convulsionándose, emitiendo sonidos de terrible dolor. –No tengas miedo, solamente tu cuerpo muere- Le decía con su gutural voz.

Finalmente los temblores pararon, y ella despertó de aquel sopor, viendo el mundo finalmente con sus nuevos ojos, todo era indescriptible a las palabras. – ¿Recuerdas ahora?- Le cuestionaba él.

-Sí, ya recuerdo, todo fue hace tanto- Le respondía ella, mirándolo fijamente. –Me alegro tanto de que me hayas encontrado querido mío- Le dijo dándole un tierno beso en sus labios.

Él correspondió al beso. –Así es mi musa, mi todo, esperé durante tanto tiempo a que tu espíritu reencarnara en un nuevo cuerpo, y por fin te encontré-. Decía rememorando en su mente su pasado junto a ella, su bella amante, su musa e inspiración, la cual le fue arrebatada prematuramente, antes de poder darle el beso oscuro y mantenerla junto a ella por la eternidad.

Y la besó, y lo hizo con ternura, con pasión, con lujuria, deseando su cuerpo ahora que ya había obtenido su sangre, ahora que la tendría para siempre; y ella también lo deseaba, deseaba ser suya, que la poseyese y poseerlo. Le quitó sus prendas, una a una, muy despacio, deleitándose con la belleza de su cuerpo, y ella de igual forma le quitaba las prendas a su amado, una a una, admirándolo, deseándolo, acariciando su pecho, su espalda, toda la extensión de su cuerpo, y él a ella, recorriendo su cintura, sus curvas, bebiendo del cáliz de su sangre de la blancura de sus pechos.
Se acariciaron con pasión, con lujuria, él la recorrió con su boca, besándola; bajando hasta llegar a su sexo, besándolo como al más exquisito manjar. Ella lo tomó haciéndolo subir, siendo ella quien besase su sexo ahora, haciendo un leve corte con sus recién salidos colmillos, bebiendo gotitas de sangre al tiempo que lo besaba; ambos disfrutaban de un enorme éxtasis.

Él la levantó postrándola en el suelo besando con pasión sus labios, para finalmente penetrarla, lubricados con sangre ambos disfrutaban de ese momento de lujuria, de pasión, deseo y amor, de sus cuerpos salían gotillas de sudor mezclados con sangre, ambos exhalaban quejidos de placer durante mucho rato, hasta que llegando juntos al clímax, quedaron postrados allí, en ese claro.

-Por fin estaremos juntos para siempre- Dijo ella admirando la belleza de su amante
-Éste es solamente el comienzo de nuestra eternidad- Dijo extendiendo sus negras alas, cubriéndola con ellas como en un abrazo.

FIN





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