viernes, 8 de noviembre de 2013

Sangre Real... un viejo contrato.

Habían ciertos asuntos que debía de hablar con la Reina, respecto al camino por el que estaba llevando al reino al lado de su esposo; pero más que nada era una vieja visita "sentimental", pues la vampiresa había visto crecer a aquella ahora madura mujer, la había conocido una vez hacía mucho tiempo, cuando ella se había escapado, siendo sólo una niña pequeña. Azuka recordaba aquella noche muy bien, una en la que se habían invitado a nobles de todas las razas para celebrar un gran acontecimiento conmemorado con un baile de máscaras, el compromiso de una niña, con el príncipe de aquel entonces, el heredero al trono de los humanos que llegaría a ser rey en el momento dado.


Azuka se encontraba en medio del salón de baile, siendo asediada como de costumbre, por muchos caballeros pidiéndole concederles una pieza de baile; pero ella que estaba pendiente de todo, observó como aquella pequeña niña escapaba del salón, cosa curiosa, aunque ella ya se imaginaba de qué iba todo aquel asunto... se disculpó entonces con los hombres con la intención de "tomar aire", saliendo tras aquella chiquilla; pronto la encontró corriendo hasta un grupo de árboles al lado del palacio. Los rayos de luna se colaban por entre los árboles, y el viento soplaba con algo de fuerza, no era una noche demasiado serena, pero si era bastante hermosa.


Luego de unos instantes la vampiresa le dio alcance, y tras cruzar algunas palabras la niña, que estaba llorando, le contaba que estaba muy asustada; y bueno, realmente no era de sorprenderse, era demasiado joven aún para estar en una fiesta de tal calibre, anunciando nada más y nada menos que su compromiso... un matrimonio arreglado, pues ella debía ser la próxima reina de los humanos. La niña estaba muy asustada, pues el príncipe era varios años mayor que ella, y ella no le tenía en estima... realmente deseaba vivir tranquila, y encontrar el amor cuando fuese el momento adecuado; no casarse por  el bien del reino; y eso la aterrorizaba, que por su responsabilidad tuviese que abandonarse a sí misma, por el bien de los demás, ¿acaso no es esto una tragedia?.


Pues bien, una sonrisa se dibujó en el rostro frío de Azuka en aquel momento, y su mano cubierta por encajes negros acariciaron la mejilla de la niña, quien se asustó bastante, corriendo más profundo entre los árboles, tropezando con una raíz, cayéndose, teniendo la mala suerte de que su cabeza aterrizase sobre una piedra que le causó una gran herida que comenzó a sangrar; los ojos de la vampiresa se encendieron en un rojo brillante, dirigiéndose entonces a la niña, dirigiéndole la palabra.


-Haz un trato conmigo pequeña... yo te salvaré, no dejaré que mueras, y te prometo una vida plena y llena de felicidad, encontrarás el amor en el príncipe que tienes como prometido; pero a cambio, tu sangre me pertenece, y el linaje que de ti provenga, hasta el fin de los tiempos será mío...


Le dijo con una sonrisa bastante amable, en medio de aquel bosque, tanto que era demasiado irresistible... la niña simplemente asintió, y le dio el sí en medio de un susurro ahogado... lo juro; se le escuchó decir, pues la vida se le iba, siendo tan pequeña. Y en ése momento, la dulce sonrisa se transformó en una demasiado tétrica, dejando ver los colmillos afilados en la misma.


La vampiresa se quitó los guantes, tirándolos en el suelo, y de entre sus prendas sacó una daga de detalles sobrios, que tenía una serpiente enroscada; ella pronunció unas palabras aún con sus ojos rojos encendidos, haciendo que la serpiente se mueva, enroscándose en el mango, clavando sus colmillos en la muñeca de Azuka, quien, tomándola con fuerza se hizo un corte en la palma de su mano, un corte que formó un símbolo determinado, para invocar a la magia elemental que utilizaba ocasionalmente, pues era la magia negra su fuerte.


Una vez que se hizo el corte, dejó caer su sangre sobre el suelo alrededor de la niña; y finalmente se aproximó hasta ella, dejando caer un hilo de su sangre en la boca de la niña, obligándola a beber, ligándola con ésto a aquel contrato irrompible. Cuando la niña tragó la sangre, un símbolo en la tierra bajo ella se formó, en un circulo, el mismo símbolo que Azuka se había hecho en la palma de su mano. Instantes después toda la energía del bosque a unos tres metros alrededor de la niña se secaban completamente; y lo que sucedía era que esa pequeña estaba absorbiendo la energía vital del bosque por medio del poder de la vampiresa; quien pronunciaba varias palabras en un antiguo lenguaje para concretar el pertinente conjuro.

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Fue sencillo para ella evadir a los guardias, y en poco tiempo estuvo en la habitación de la reina, la mujer se encontraba sola, y ella se sorprendió de ver que no había cambiado un ápice... la llamó bruja, la bruja a la que pertenecía y que no había cambiado nada en tantos años; de hecho su  sangre vibraba con la sola presencia de Azuka en aquella habitación; con sumo sigilo la vampiresa entró por el balcón, y le dedicó un par de palabras. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que le había permitido a aquella noble humana verla; pero se había encargado de que su promesa se cumpliese... la niña creció profundamente enamorada de su prometido, había sido feliz al lado del rey, y de sus hijos; pero ahora... era el tiempo de dar espacio a las nuevas generaciones; ella realmente ya no le era de mucho utilidad, a partir de ahora sólo envejecería marchitándose; y Azuka pretendía tomarla cuando aún fuese bella y su sangre dulce y llena de vitalidad.


Había sido una larga espera para tomarla, y ella bebería ese dulce vino antes de que se volviese amargo; así que se acercó hasta la reina, tirándola en la cama, despojándola de cada una de sus prendas, sintiendo el sabor de su piel, mordiéndole primero el cuello, dejando que la sangre corra, haciéndole cortes en los senos, en el vientre, en las muñecas, en los muslos... dedicándose a saborear lentamente su sangre, que brotaba lentamente en todo su cuerpo; la reina claro que no podía gritar, pues Azuka la controlaba. Al final, cuando ya le quedaba sólo un par de minutos de vida, la dejó gritar, quería escuchar los gritos de desesperación cuando la luz se le iba de los ojos....


Y la reina gritó, y gritó... y la vampiresa desde el balcón la observaba, escuchando pasos que corriendo se apresuraban hasta la puerta; dibujándose una sonrisa en su rostro manchado de sangre, dispuesta a saltar justo en el instante en el que la puerta se moviese... y así lo hizo, llegando a los jardines; ahora varios guardias se habían movilizado para dentro del palacio, para hacerse cargo de lo que ocurriese; pero sólo encontrarían el cadáver mutilado de la reina.