sábado, 27 de agosto de 2011

El recorrido de los sueños

El recorrido de los sueños
Leiru Racso

Retroceder un paso sería lo ideal para el tiempo,
Pero sé, que para llegar a ti, he de estar un paso adelante,
Heme aquí tomando la carrera de mi vida,
Estando cada vez más cerca del encuentro de nuestros brazos,
Aun que esto aun nos parezca una fantasía.
Pues nuestro amor es un cuento de ficción
En un libro de ciencias exactas,
Suspirando la poética de los sueños.
He alcanzado una mano divina entre el viento
Y he visto en la profundidad de la noche
Un cielo de estrellas míticas en el reflejo de tus ojos.
Me he embriagado con esa voz tuya,
Leyenda entre el sonido nocturno de los sueños,
Y he dejado hechizarse a mi cuerpo
Esos labios íntegros en la infinidad del cosmos.
Deje que te albergaras tan profunda en mi alma,
Que tu imagen ya se ha cicatrizado en mi recuerdo,
El recuerdo que es tan bello como tu sonrisa
O lacrimógeno como las lluvias de agosto.
Soy como un reptil que se ha dejado secar al sol,
Piel escamosa del olvido que espera evaporarse en una nube
Y navegar en ese viento que solo sabe viajar por tus cabellos,
Para así acariciar tus mejillas y llegar a tus labios como un suspiro.


martes, 9 de agosto de 2011

Leña y agua

Leña y Agua


Brisa helada que roza mi rostro
Deberías de ser la caricia de ese ser
Sublime y extraordinario
Llama intensa de volcánico poder
Que derrite un tempano incrustado
En aquel pecho a lugar de corazón
Mi alma se quema amor mío
Siendo tú la madera
Que mantiene el fuego ardiendo
Arde mi ser
Se calcina mi pecho
Solo tú puedes calmar mi sed
Eres leña y eres agua
¡Oh!, mi manantial
Néctar glorioso que ansío probar
El que incendia mi ser
Y el único que puede apagarlo
Me consume lentamente
La pena de tenerte lejos
Frustra mi alma
Con abrasador crepitar
Cual astro incandescente
Que fulmina e ilumina
En la distancia conservado
Hasta que atraído por la inercia
De mis manos, de mi calor
Caigas cual ángel
A la pasión de mi pecho
Al calor de mis brazos

miércoles, 3 de agosto de 2011

La musa oscura y el ángel caído

La musa oscura y el ángel caído

El claro estaba iluminado por la luz de una esplendida luna llena… una que hacía demasiado tiempo no veía… las ramas de los arboles que lo rodeaban eran movidos por una brisa helada. Un poco lejos la luz de las lámparas de la calle llegaban hasta el pasto del jardín, más en el claro no, estaba completamente oscuro, la noche era su ama y señora.

Ella no podía resistirse a ese tipo de noches, saliendo de su casa a pasear por aquel oscuro jardín boscoso;  el viento movía su cabello, negro y largo, con unos pocos risos en sus puntas, y a pesar de lo helado de la noche su ropa dejaba mostrar un poco de la blanca piel de sus pechos, saliendo de entre su escote; su figura delgada pero de curvas pronunciadas estaba cubierta por un vestido negro que le llegaba hasta la rotula de la rodilla, sus piernas largas y elegantes terminaban en un par de sandalias plateadas de un tacón bajo.

Su andar era elegante y de porte felino,  su bella cara era poseedora de unos ojos que podrían matar cuando su dueña quería, pero que últimamente parecían estar muertos, sin vida, como esperando una salida, un aliento que la sacase de ese mundo, más no de las tinieblas, ella pertenecía a la oscuridad, aun desde niña, que no sabía de lo que las tinieblas aguarda.
Se dirigió a aquel claro, tomando asiento en la base de un antiguo árbol, sus piernas estaban dobladas hacia un lado, y su mirada se posó sobre el cielo nocturno, mientras que aquella magnifica luna se reflejaba en sus ojos, que parecían vivos; vivos como hacía mucho tiempo no lo estaban, sus pensamientos divagaban al tiempo que su piel se erizaba. Más un ruido, como del aleteo un ave, una muy grande la distrajo del trance hipnótico en el que se encontraba.

Se puso en pie, quedando en medio del claro, donde la luz de la luna baño su piel por completo, mientras que sus ojos buscaban de donde era proveniente aquel ruido, dio una vuelta entera en ese mismo sitio, pero no divisó nada; hasta que puso su mirada en el cielo, directo hacia la luna que estaba sobre ella… una pluma negra caía, parecía que la luna la había dejado caer para ella, como un obsequio de una madre que ama a su hija, ella extendió sus manos de largos y delicados dedos, dejando reposar la pluma sobre la palma de sus manos, era perfecta y su aroma era embriagador.

Se quedó ahí, intrigada de donde provenía, finalmente apoyó sus rodillas en el suelo, y se acostó sobre él, sus negros cabellos se revolvieron con el follaje del suelo, ella era una con aquel sitio, quiso quedarse allí por siempre… más el encanto se rompió… el teléfono no paraba de sonar en su casa, y aquella paz se vio completamente interrumpida por ese sonido que parecía no terminar nunca, finalmente se resignó, poniéndose en pie, regresando a su casa, cuando estaba por entrar al umbral de la puerta dio un último vistazo a la luna, y por un instante le pareció ver algo volando fugazmente, alejándose, se quedó analizando aquello, más tuvo finalmente que entrar, el teléfono seguía sonando.

La noche siguiente el cielo estaba nublado, y la luna asomaba su tez de cuando en cuando, más sin embargo estaba muy oscuro, no como la noche anterior donde podía ver todo con claridad, pero sin importarle eso decidió ir nuevamente a aquel lugar, que ahora le parecía mágico, pero completamente suyo, caminando con sumo cuidado, pues lo que su visión le permitía no era demasiado, así que procuraba no caerse; finalmente llegó a aquel claro, que dejaba ver pequeños rayos de luz en ocasiones, solamente cuando la luna se escapaba de las nubes, que parecían tenerla prisionera. Ella reflexionaba sobre lo ocurrido la noche anterior cuando el sonido del aleteo la hizo suspender sus pensamientos; pero ésta vez se quedó en ese mismo sitio, observando hacia los árboles, hasta que vio, con algo de dificultad, como una pluma negra caía nuevamente justo en el centro del claro, pero no fue a recogerla, se quedó allí, observándola caer hasta tocar el suelo, luego otra, y otra más cayeron, hasta que el aleteo se escuchó demasiado cerca, levantando las hojas secas y algo de follaje que se encontraban en aquel claro.

Los ojos de aquella mujer observaron a la criatura dueña de aquellas plumas, de aquellas alas negras; de piel blanca y con sus vestiduras negras al igual que sus alas, la chica estaba anonadada, no podía creer lo que sus ojos veían; más de alguna extraña manera se le hizo familiar, como que si ya lo conociese. La criatura a excepción de sus alas, parecía un hombre, su complexión era masculina y atractiva, y sus ojos que parecían un poco brillantes estaban posados sobre ella.
-Sabía que te encontraría aquí nuevamente- Sonó la voz de aquel hombre, masculina y refinada, como la de aquellos que han vivido mucho tiempo.

-Eras tú la noche anterior, ¿no es verdad?- Cuestionó ella, que no temía a aquel ser.

-Tienes razón querida mía, he estado observándote- Hizo una pausa. –Desde hace mucho que lo hago- Sonaba su voz que parecía algo cálida, pero tenebrosa a la vez.

-¿Desde hace mucho?- Le preguntó intrigada por eso, ya que se había percatado de él apenas la noche anterior.
-Así es, esperando al momento en que pueda tenerte nuevamente- Dijo como rememorando.
Sus palabras reflejaban dolor, por lo que ella no sintió miedo de él, ni de sus extrañas palabras, que de alguna extraña forma tenían sentido para ella, además del hecho de que sentía calidez y algo familiar en él.

-¿Nuevamente?, ¿es que acaso ya te conocía?- Le cuestionaba poniéndose en pie, acercándose a él para verle con mayor claridad. Parecía ser bastante atractivo, su piel era blanca cual mármol, y sus ojos parecían de vidrio, como los de una muñeca de porcelana.

-Tú lo sabes, lo recuerdas, dentro de ti sabes que lo que digo es cierto- Decía aun con dolor en el tono de su voz, como aquel que ha perdido lo más importante en su vida.

-No te recuerdo, pero es verdad lo que dices, algo en ti me es familiar, como un recuerdo de un profundo sueño- Le decía dando otro paso hacia él, quedando bastante cerca.

-Comprendo, pero yo puedo ayudarte a recordar- Le decía poniendo su mano sobre el rostro de aquella mujer, la cual le pareció algo fría, a pesar de la calidez que recibía de él.

Ella algo hipnotizada por él, su aroma embriagante, el timbre algo seductor de su voz y esa calidez tan familiar solamente respondió: –Sí, hazlo-

Él la tomó entre sus brazos, abrazándola y ella se percató de que de sus ojos pareció caer algo similar a una gota de fino cristal, una lágrima había corrido por su mejilla de mármol; ella casi como un instinto lo abrazó y el al sentir el abrazo cerró sus ojos, y en aquel sitio pareció escucharse algo similar a un suspiro, más bien una expresión de alivio, como que si lo que le aprisionaba el alma por fin le hubiese dejado libre.

Las manos de aquel hombre rodearon la cintura de la mujer, que cerró sus ojos. Él acercó sus labios hasta el cuello de la chica, lamiéndolo; ella exhaló un suspiro, no se lo esperaba, pero le había gustado que lo hiciese. Él subió su mano, acariciándole la espalda, pasándola hasta el estómago de la chica, finalmente llegando a su pecho, posando su mano allí, al tiempo que de su boca salían un par de filosos y enormes colmillos, lo cuáles incrustó en el cuello de ella suavemente; bebiendo lentamente del cálido elixir que corría por sus venas. Ella exhaló un quejido de placer, rindiéndose ante aquel dolor embotado, sentía como su ser era consumido al tiempo que un enorme éxtasis se adueñaba de su cuerpo.

Unos hilillos carmesíes corrían por el cuello de la chica, que ya no respondía en sí, los mismos que estaban en la comisura del la boca de aquel hombre, cuyos ojos poseían el mismo color de la sangre que acababa de beber. Él la puso con sumo cuidado sobre el suelo en aquel claro, la luna había asomado su tez, para ver el rostro pálido de la chica, su amada hija.
-Por fin serás mía nuevamente-  Dijo acercándose su propia muñeca a la boca, haciendo un enorme corte con sus caninos; derramando su propia sangre, la cual metió en su boca.

Y acercándose a ella, haciéndole una caricia en el rostro, depositó un beso en sus labios, la chica parecía beber lo que él tenía en su boca, ya que por su garganta parecía bajar un liquido, luego de unos instantes ella recobró la conciencia, y él de inmediato le ofreció su muñeca, ella la tomó sin demora, alimentándose de él, queriendo beber toda la que había en él; pero él al ver que ya era suficiente la apartó de ella, abrazándola, previniendo lo que seguía.

-Yo- Dijo ella para exhalar un grito que fue ahogado por un fuerte abrazo de él.

Ella comenzó a temblar terriblemente, convulsionándose, emitiendo sonidos de terrible dolor. –No tengas miedo, solamente tu cuerpo muere- Le decía con su gutural voz.

Finalmente los temblores pararon, y ella despertó de aquel sopor, viendo el mundo finalmente con sus nuevos ojos, todo era indescriptible a las palabras. – ¿Recuerdas ahora?- Le cuestionaba él.

-Sí, ya recuerdo, todo fue hace tanto- Le respondía ella, mirándolo fijamente. –Me alegro tanto de que me hayas encontrado querido mío- Le dijo dándole un tierno beso en sus labios.

Él correspondió al beso. –Así es mi musa, mi todo, esperé durante tanto tiempo a que tu espíritu reencarnara en un nuevo cuerpo, y por fin te encontré-. Decía rememorando en su mente su pasado junto a ella, su bella amante, su musa e inspiración, la cual le fue arrebatada prematuramente, antes de poder darle el beso oscuro y mantenerla junto a ella por la eternidad.

Y la besó, y lo hizo con ternura, con pasión, con lujuria, deseando su cuerpo ahora que ya había obtenido su sangre, ahora que la tendría para siempre; y ella también lo deseaba, deseaba ser suya, que la poseyese y poseerlo. Le quitó sus prendas, una a una, muy despacio, deleitándose con la belleza de su cuerpo, y ella de igual forma le quitaba las prendas a su amado, una a una, admirándolo, deseándolo, acariciando su pecho, su espalda, toda la extensión de su cuerpo, y él a ella, recorriendo su cintura, sus curvas, bebiendo del cáliz de su sangre de la blancura de sus pechos.
Se acariciaron con pasión, con lujuria, él la recorrió con su boca, besándola; bajando hasta llegar a su sexo, besándolo como al más exquisito manjar. Ella lo tomó haciéndolo subir, siendo ella quien besase su sexo ahora, haciendo un leve corte con sus recién salidos colmillos, bebiendo gotitas de sangre al tiempo que lo besaba; ambos disfrutaban de un enorme éxtasis.

Él la levantó postrándola en el suelo besando con pasión sus labios, para finalmente penetrarla, lubricados con sangre ambos disfrutaban de ese momento de lujuria, de pasión, deseo y amor, de sus cuerpos salían gotillas de sudor mezclados con sangre, ambos exhalaban quejidos de placer durante mucho rato, hasta que llegando juntos al clímax, quedaron postrados allí, en ese claro.

-Por fin estaremos juntos para siempre- Dijo ella admirando la belleza de su amante
-Éste es solamente el comienzo de nuestra eternidad- Dijo extendiendo sus negras alas, cubriéndola con ellas como en un abrazo.

FIN





El ángel sediento



El ángel sediento

Una ráfaga helada soplaba, llevando consigo ese aroma algo nauseabundo, de aquellos que se alimentan de desesperación, de dolor, de los gritos más desesperados del corazón y el alma mortal, y ella, dueña de un muy sensible olfato lo detectó casi instantáneamente, interrumpiendo sus pensamientos, ese vacío al sentir que ya nada era suficiente, nada la saciaba.
Estaba sentada sobre una roca de un tamaño mediano, en medio de un pequeño riachuelo que afloraba en una pequeña parte de montaña junto a un pueblo, las aguas eran cristalinas y puras, y  su rostro, blanco y pálido era reflejado en ellas.
Lucía un elegante corsé negro con rojo, un rojo muy oscuro, que dejaba apenas ver sus blancos pechos, y su vestido negro y largo, que llegaba hasta sus pies, que no se podían observar, pero que eran delicados y un tanto pequeños,  su rostro era fino y delgado, en él unos ojos de negras y largas pestañas, grandes e inexpresivos, una nariz fina como toda ella, y sus labios cubiertos apenas por un pálido rosa. Sus cabellos color azabache eran bastante largos y lacios; su cuerpo delgado y de pronunciadas curvas, serían envidia para cualquiera, toda ella era una imagen realmente agradable.
Más en ese sitio en medio de ese pequeño bosque sobre el riachuelo, parecía un espectro de épocas pasadas, atrapada en el tiempo, y sí, quizás lo estaba, buscando una forma de satisfacer sus instintos, su necesidad más arraigada, que ya no lograba complacer con su habitual forma de hacerlo.
Ese olor nauseabundo fue quizás agradable para ella, pasando por su mente que la criatura dueña de ese aroma podría ser la salida a su desesperante agonía, se puso en pie, denotándose entonces su alta estatura, y luego algo que visto a los ojos de quien pudiese observarla sería realmente sorprendente, de su espalda crecieron casi mágicamente un par de enormes alas, que extendió con gracia y elegancia, elevando el vuelo.
Una vez en el aire pudo observar el reflejo de la luna sobre el pequeño riachuelo, que conforme ella se elevaba desaparecía tras los arboles, arboles grandes, conservados a pesar de la evidente tala para construir ese pequeño pueblo a sus costados. Desde arriba se observaban claramente las casillas de adobe blanco y techos de teja rojos, una pequeña iglesia en el centro, junto a la plaza, y un pequeño parque que tenía unas cuantas bancas de madera, donde podían distinguirse parejas de jóvenes amantes.
Se elevó y localizó el aroma, aquel aroma que la sacó de su propio sopor, proveniente de una de aquellas casillas, al otro lado del pueblo, una vez en el aire fue cuestión de segundos para que ella estuviese sobre aquella casa, bajando al lado, en un pequeño patio que tenía unos helechos un tanto maltratados por el sol, descuidados al parecer por el habitante de aquel sitio.
Ella asomó su pálido rostro por la ventana, divisando entonces a aquel ser, en plena cena, era un tanto grotesco a la vista, un ser no muy grande, como de un metro y veinticinco centímetros de estatura, con unos cabellos grisáceos, largos y desgastados, su piel también gris y un tanto corrugada, con ciertos tonos verdosos a la luz del candil que estaba encendido dentro de aquella casa, tenía unas largas garras saliendo de sus dedos un tanto gordos pero muy largos, y sus ojos eran como los de un sapo o rana, abiertos, sin perder un detalle de aquel muchacho, con un par de cuernos puntiagudos saliendo de entre sus cabellos.
El joven muchacho que estaba entre las garras de aquel ser denotaba la marca del sufrimiento en su cara, su rostro estaba pálido, con rubor en sus mejillas y su nariz un tanto colorada también, al parecer por tanto llorar, sus ojos un tanto hinchados estaban sombreados de gris y enmarcados con unas pronunciadas ojeras, que sobresalían de sus pestañas.
Con un vistazo al resto de la casa no era muy difícil darse cuenta de lo que sucedía, habían pinturas de él con una bella mujer de rubios cabellos y unos ojos azules chispeantes, la casa desordenada, clara muestra de descuido, los pocos platos en el fregadero sucios, parecía que llevaban días allí y en la pequeña mesa central una carta un tanto arrugada que tenía como título costos fúnebres. Ese joven había perdido a su amante, probablemente su esposa, evidentemente había caído presa de un dolor desolador, desesperanzándose, lo cual llamó al ser que ahora se adueñaba de su espíritu, y pronto de su sangre.
Era claro que aquel joven no era capaz de verlo, solamente sentía como el vacío se acrecentaba en su interior, el dolor y la desesperación, y era claro para ella que ese aumento era provocado por aquel grotesco ser, que se regocijaba con el sufrimiento de aquel pobre hombre. Aquella bestial criatura no se había percatado de la presencia de la chica, que parecía interesada en lo que sucedía, y de pronto un tono rojizo se encendió en sus ojos de vidrio, expectante del siguiente paso, que ella presentía. El joven, claramente agotado, perdía sus fuerzas al tiempo que la bestia le susurraba palabras al odio.
-Ella no regresará, la vida no vale nada sin ella, ella era tu razón de existir, solo resta acabar con tu vida, si, ve, termina con la agonía-

Le decía esto empujándolo hasta el fregadero, para que tomase un cuchillo sucio que se encontraba sobre el mismo. El pobre hombre sollozando, gimiendo agudos gritos de dolor contemplaba en cuchillo, pensando que las palabras en su mente eran suyas, el reflejo de sus sentimientos de profunda soledad y vacío, de desgarradora pena. Finalmente y luego de mucho llorar con el cuchillo entre sus temblorosas y blancas manos se fue hacia una esquina, tirándose en el suelo cuál muñeco de trapo, y ya sin más fuerzas acercó el cuchillo hasta su cuello, poniendo la filosa punta contra el mismo, pero sus manos temblaban, no era capaz; lo cual pareció disgustar al ser que manipulaba los hilos de aquella marioneta huesuda y débil que parecía ser ese hombre.
-Esto fue todo para ti- Pronunció con su voz doble, gruesa y aguda aquel horripilante ser, para tomar el mango del cuchillo, empujándolo con fuerza, clavándolo en la frágil garganta de aquel pobre despojo de ser humano, que comenzó a ahogarse con su propia sangre mientras sonidos desesperados eran simplemente tapados por las burbujas de carmesí dolor.
La mujer tras la ventana presenciaba todo aquello, y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, al ver como aquel ser se alimentaba de los borbollones de sangre salientes de la herida, y luego, cuando la luz se hubo ido de los verdes ojos de aquel joven, si, el siguiente paso, la criatura metió su nauseabunda mano en el pecho del muchacho, sacándola nuevamente sin dejar marca alguna en el cuerpo ya inerte, pero entre sus garras y agarrada con suma fuerza, se encontraba el alma del reciente difunto; la cuál metió a su boca, engulléndola con sumo placer y satisfacción, poniéndose en pie, para luego acercarse a la puerta de madera, abriéndola de par en par, saliendo de aquel sitio con un pequeño brinquillo en su paso. Al salir se encontró frente al pequeño bosque, y poco a poco se comenzó a adentrar en él, ella le siguió con sumo sigilo, hasta que quiso hacer evidente su presencia.
-¡Ha sido una buena cena la que has tenido ahí!- exclamó, al tiempo que la criatura volteó la mirada, buscando a la dueña de aquella voz sensual, pero gutural.
-¿Qué es lo que busca una de tu estirpe conmigo?- Dijo observando a aquella mujer de grandes alas tras él.
Ella sonrió levemente ante esa pregunta, más no respondió nada. Solo lo observaba, con sus ojos cuál carmín encendidos, esperando, sabía que no tardaría en reaccionar, y así fue, tras un gruñido aquel extraño y pequeño ser, comparado con ella, se abalanzó sobre la chica que sorpresivamente lo recibió con una espada, que apareció como por arte de magia en una lengua de fuego, proporcionándole una herida que lo traspasó de pecho a espalda con una sola estocada.
-Sabes, ¡esto fue todo para ti!, ¡maldito demonio!- le exclamó al oído para luego tirarlo contra una roca, que se partió en varios pedazos con el duro impacto, rompiéndose uno de los cuernos de aquel ser, que emitió un agudo chillido, capaz de romper los tímpanos a cualquier otro ser a la redonda, más ella ni siquiera se inmutó, se acercó al demonio que intentó escapar, pero ella con un salto quedó frente a él, tomándolo por los cabellos, para luego con su filosa espada decapitarlo, majando el cuerpo y tomando la cabeza sobre su propio rostro, dejando caer la negra sangre saliente en su boca.
Ella saboreaba aquel elixir color carbón, sintiendo aun el sabor de la sangre del joven hombre muerto hacía unos momentos, degustando la energía de su alma, aun en aquella negra sangre, ese era el sabor que necesitaba para satisfacer su sed, había esa noche, encontrado una nueva pasión.
De entre sus ropajes sacó un pañuelo de fina seda bordado con algunas flores, lo tomó entre sus dedos para limpiar la sangre que corría por su cuello y boca, levantándose con la cabeza tomada de aquellos grisáceos cabellos entre sus manos.
-Tú serás el principio de mi nueva colección- Dijo con una mano en su espada y sus magnificas alas extendidas, para luego alzar el vuelo.

FIN                                                                   
                                                                    

martes, 2 de agosto de 2011

Complejo prohibido



Un palpitar algo acelerado

una sonrisa en los labios

palabras sublimes con cada oración

llegando hasta un seco corazón

que después de un pasado tormentoso

ha jurado no entregarse nunca más

Las palabras son de amor

palabra que prohibida es en su vocabulario

y sacrilegio es en su ser

los errores antes fueron por ilógicas razones

las consecuencias cicatrices de por vida

cargas pesadas que no se pueden apartar

los recuerdos enterrados en lo profundo del alma

gritos, golpes y lagrimas

pudriéndose tras una sonrisa forzada

un ser marcado, ¡quizás lo sea!

pero aborrece esa idea

las cicatrices del alma fueron tapadas

para que nadie pudiese observarlas jamás

Con éstas palabras dulce caballero

las razones quizá logres comprender levemente

muy complejo es todo esto sin dudarlo

ya que a pesar de no esperar ser correspondido

y quizás por eso mismo

mientras aquella mente dueña del corazón lacerado

divaga por pensamientos mundanos, absurdos

se descubre pensando en sus palabras

imaginando probar sus labios

deseando lo que ella misma se ha prohibido

se descubre a sí misma, con una sonrisa en los labios

y sin que sea premeditado por ella

aunque quizá si por el destino

lo descubre ocupando un gran espacio en sus pensamientos

Oh dulce delirio!!

No más!!



Cuerpo, alma y mente fatigados

no quiero escuchar más

no más gritos suplicando atención

solo quiero paz

aunque esa sonrisa derrite

necesito quietud

intentando opacar esos sonidos

la música resuena magnifica

y la suplica se hace más fuerte

duerme niño mío

déjame tranquila ya

solo quisiera poder correr

y refugiarme en un mundo

donde por fin consiga eso tan añorado

la paz para mi ser.

Monotonía Oscura


Como una maldición extendida al viento

gritaba impropios con todo su aliento

deseando saber porque regresaba

devolviéndole aquello que tanto deseaba

para luego marcharse sin volverle a ver

hasta que el viento lo vuelva a traer

su carne obtuvo, su vitalidad deseaba

como una y mil veces en su mente recordaba

la vez aquella en que unidos estaban

carne y sangre, en un mismo ser se enmarcaban

pensamientos oscuros compartían

sus grandes deseos crecían

teniendo en claro su credo

distintos y similares sin poder decir pero

por la eternidad la historia se repetía.

Una noche más




Con un extraño sopor recordaba

aquellas noches de luto

al abrir los ojos del sueño

la sangre adornaba el cuarto

que visión más esplendida

con un lúgubre regaño

reclamaba el desperdicio

de ese muy preciado liquido

el dueño del elixir

sin mucha preocupación

se la dio como dulce obsequio

que recibió con adoración

el carmesí manantial

corriendo por su garganta

¡oh! que sabor exquisito

que le llena toda el alma

noches pasaron

más esa inolvidable

recorría su ser

con deseo insaciable

años pasaron

y aun así

la noche seguía

clara como el mismo día

tanto tiempo pasó

e inesperadamente

su silueta la abrazó

una noche más

el destino los unió.

Halos nocturnos


La soledad perpetua de una noche fría
es tierna esclava y dulce compañía
tiempo para pensar, tiempo para creer
más como creer en una fantasía
con halos de realidad asomándose en cada esquina
¡claro!, esa tan deseada presencia
desaparece antes del alba,
regresa cuál añorada melodía
sonidos despampanantes cuando se escucha su cantar
con ecos que replican mentiras sin parar
deleite ante la pena de una pobre alma mortal
que desea la fantasía como carne tan real
siendo un hilo tan delgado
que se puede romper
con la brisa de lo deseado
que helada suele ser
pasando por una sombra
dolorosa realidad
dulce pena, ¿serás mía?
o será simplemente otra fantasía.