viernes, 25 de noviembre de 2011

Un inicio atropellado.... la dama del vampiro!!


Los muros parecían caerse sobre mi; el frotar los ojos y ver que no, todo seguía igual, menos el olor, cada día era más nauseabundo, tal vez haya sido por las heridas abiertas, la falta de aseo en ellas había causado severas infecciones de las cuales un olor a putrefacción salía. Ya no recordaba cuantos días llevaba ahí, quizá fueron semanas, meses, realmente había perdido la percepción del tiempo en ese sitio.
Las piedras en las paredes húmedas, cubiertas por ese lanugo verde, las había contado una infinidad de veces; por momentos la locura se apoderaba de mi ser, y una gran desesperación me invadía, pero el gritar no era la respuesta, ya había sufrido grandes torturas anteriormente por ello,  y el clamar por ayuda no funcionaría, estaba apartada de todo, y de todos, menos de mis captores… que no tenían intención alguna de una recompensa por mi liberación… parecían simplemente disfrutar el tenerme ahí.
Ocasionalmente uno de ellos pasaba por mi jaula, porque eso me parecía ese cuarto con barrotes en las puertas, y con una jeringa me sacaba sangre, realmente no sabía porque estaba ahí, si era solamente un rehén, o un animalejo con el cual experimentar para ellos, solo estaba segura de una cosa, y era que algún día vería nuevamente la luz del sol, o al menos eso era lo que mi corazón añoraba con tanta fuerza.
Acostumbrada a aquella paz algo enfermiza, los golpes metálicos en la puerta anunciando que habían traído un plato con comida retumbaban en mi cabeza, algo muy curioso era que a pesar del encierro y del mal trato, los alimentos que servían eran bastante nutritivos y de buen sabor, era como si necesitaran que me mantuviese con buena salud, lo cual no tenía gran sentido tomando en cuenta las faltas higiénicas de aquel sitio.
Al pasar el tiempo, ya me había acostumbrado a aquel lugar, cuando una tarde, o noche, realmente no tenía noción del tiempo en ese sitio, un jovencito apareció, escuché cuando le susurraba a un hombre que le acompañaba que quería una permanente, para “comer de la fuente”, ¡sí!, ese fue su comentario, el cual, por supuesto que me extrañó bastante. En medio de entre los barrotes pude ver como abría varias puertas, cerrándolas una tras otra nuevamente, negando con la cabeza al salir de cada una de ellas; hasta que finalmente se detuvo frente a la mía.
-Toc, toc, toc- tocó cortésmente, lo cual se me hizo de muy mal gusto; como que si fuese una mala broma, ya que, después de todo, yo estaba ahí encerrada contra mi voluntad.
Finalmente uno de los guardias abrió la puerta, y el joven entró haciendo una reverencia; yo arqueé una ceja ante aquella acción, y con una mueca de desagrado aparté mi rostro de él, observándolo de reojo para darme cuenta que una sonrisa se dibujaba en su rostro.
-Es ésta, quiero ésta-
Dijo al hombre que lo acompañaba, mientras que sus palabras se clavaron en mi cabeza, y el miedo y la ansiedad se apoderaron de mi; ¿Quiénes eran?, ¿Qué planeaban hacer conmigo?, todo eso me asustaba. El joven salió, y un par de enormes simios me tomaron por los brazos, sacándome por fin de ese horrible lugar… pusieron una venda en mis ojos, me inyectaron algo y me montaron en un auto… perdí el sentido justo en ese instante.
Cuando desperté, probablemente a la mañana siguiente; no tenía manera de saber cuánto tiempo estuve inconsciente; me encontraba en una hermosa, lujosa y amplia habitación, froté mis ojos, pues por un momento pensé que se trataba de un sueño, pero luego de un pellizco moderado en mi brazo me percaté de que todo lo que sucedía era muy real, me levanté de la cama con sabanas de seda en la que había despertado, y al verme frente al espejo del buró por poco y no me reconozco. Hacía tanto tiempo que no me veía en uno, ¡como había cambiado!, ¿tanto tiempo llevaba ahí encerrada?... ya no era la misma niña, ahora mi rostro era el de una bella joven, y no solo eso!, alguien había aseado mi cuerpo, había también desinfectado y vendado mis heridas.
Al darle un vistazo más detallado a la habitación, me percaté de un hermoso vestido sobre una silla, al acercarme observé una nota que decía, úselo por favor, y luego baje, la estarán esperando. Todo me era ajeno y extraño, pero ya que era mil veces mejor que el encierro en el que estaba, no dudé en ponérmelo; además se me veía realmente hermoso. Era blanco con encajes en color negro, había unos guantes negros y unas sandalias del mismo color que hacían lucir esplendido todo el conjunto.
Finalmente, estando lista, me dispuse a bajar, tal y como decía en la nota. Al parecer me encontraba en un tercer piso, bajé por las grandes escalinatas centrales, todo estaba lleno de lujosos detalles, obras de arte adornaban aquel sitio, además del sonido de una bella melodía, conforme iba bajando las escaleras el sonido se acrecentaba; valla sorpresa me llevé cuando llegué al salón principal, al ver al joven de la noche anterior sentado frente al piano, dejando fluir aquellos armónicos acordes. No quise interrumpirle, pero fácilmente se dio cuenta de mi presencia, por lo que dejó de tocar, poniéndose en pie, y muy galantemente acercarse a mi.
La noche anterior lo vi como un joven mayor, pero al verme hacía escasos momentos en el espejo me di cuenta de que no tenía más que un par de años más que yo, y ahora, estando en otras condiciones, pude percatarme también de que era bastante atractivo. Se acercó a mi muy despacio, tomó mi mano y depositó cuidadosamente un beso en el dorso de la misma.
-Buenos días mi bella dama- dijo mirándome a los ojos. –Espero que sus sueños hayan sido placenteros.- dijo dedicándome una sonrisa. – Permítame presentarme.- dijo sin dejarme responder, -mi nombre es Armand Van Krust, y soy tu nuevo amo.-
Abrí los ojos de par en par al escuchar esto último. ¿Mi amo?, ¿Cómo era esto posible?.... pero no debía de extrañarme tanto, al parecer había sido vulgarmente vendida en aquel sitio, pero al menos estaba siendo tratada como una persona, y no como un animal desde que llegué a ese sitio tan bello, no obstante la idea de tener un “amo”, no terminaba de agradarme.
-No quisiera ser descortés, éste lugar es muy bello y se me ha tratado muy bien, pero fui llevada en contra de mi voluntad a aquel sitio de donde usted me sacó- dije haciendo una leve pausa.- y he estado secuestrada durante todo éste tiempo, lo correcto sería que me liberase, le juro que no lo implicaría en nada, simplemente diría que no recuerdo nada, por favor, solo déjeme ir a casa!!!- le dije en una súplica, esperando por su comprensión, con la esperanza de que me liberara, y por fin regresar a mi hogar, con mi familia.
-Lo siento mucho mi bella dama, pero eso no es posible, éste es ahora su hogar, y tu eres mía- dijo sonriendo sínicamente, dando un par de pasos hacia un vitral que daba a los jardines. – muy bien, es hora de que desayunes, debes de estar fuerte, así que sígueme.- dijo sin dejarme decir nada más; y en realidad yo tenía hambre, así que no protesté más… tanto tiempo de estar en cautiverio, y poder ver la luz del día, eso era un gran avance, ya encontraría la forma de volver a casa.
Llegamos al jardín, donde una mesa redonda con una linda sombrilla en el centro me esperaba, con un apetitoso desayuno en ella. Armand tomó asiento a un lado mío, pero no probó bocado alguno, simplemente se limitó a verme comer complacido. Una vez terminé de desayunar comenzó a hablar nuevamente.
-Las reglas de éste tu nuevo hogar son simples.- me dijo- durante el día bajarás puntualmente a tomar tu desayuno, luego de eso  te retirarás a estar donde quieras, siempre y cuando no salgas de los jardines de la mansión, que están demarcadas por esos muros. –dijo señalando un enorme muro a lo lejos.- a la una en punto pasarás al salón principal a almorzar, luego tendrás clases de lengua y etiqueta; la biblioteca y todos los demás salones estarán siempre abiertos para que les des uso, no tienes nada más que hacer, solo lo que tengas gusto de hacer, hasta la hora de la cena, que es a las seis en punto, para la cuál te vestirás apropiadamente, con un traje que se te proporcionará. Luego de la cena, deberás subir a tu habitación, darte una larga ducha, y ponerte un nuevo traje que se te brindará… luego irás a mi habitación, y cuando yo termine contigo, podrás regresar a descansar, ¿entendido?-  me preguntó mirándome fijamente.
-¡Sí!- le respondí, lo cual no pareció agradarle mucho que digamos-
-¿Si qué?.- dijo con un tono condescendiente.
-Si mi amo- le dije mirándolo, lo cual pareció agradarle.
-Bien, estando todo dicho, me retiro, disfruta tu día, nos vemos en la noche mi dulce doncella- se puso en pie y se dirigió hacia dentro de la enorme mansión.
Yo quedé sola en aquel enorme jardín, con un mundo entero por descubrir, lo que no tardé en hacer; pero no quería entrar a la mansión, no después de tanto tiempo encerrada; así que me dispuse a caminar por los enormes jardines, a disfrutar del aroma de las flores, del viento en mi rostro, de la luz del sol, del cantar de los pájaros, de ver las ramas de esos frondosos arboles moverse como bailando al compás de todo aquello. Suspiré casi aliviada, todo eso era maravilloso, un completo cambio, un completo alivio.
Finalmente y luego de algunas horas, me dirigí hacia dentro de la mansión, al entrar pude percatarme de la hora, ya era casi la hora de la cena, pero me quedaba un momento más para investigar, y lo primero que necesitaba saber era donde se encontraba el comedor, el cuál no tardé en encontrar, luego seguí un poco, y descubrí un estudio, luego una enorme biblioteca, varias habitaciones, pero al entrar en una de ellas vi la hora, y tuve que dejar aquel recorrido para luego, porque ya era la hora del almuerzo, y no quería ser impuntual, ya que todo aquello me tenía bastante intrigada, ¿para qué me querría mi “amo” durante la noche?, estaba bastante asustada, esperado que no se tratase de algún tipo de abuso sexual.
Finalmente entré al comedor, me topé con las sirvientas, las cuales al parecer tenían prohibido dirigirme la palabra, ya que se limitaron a servir la comida y cumplir mis peticiones rápidamente, más sin dirigirme la palabra. El almuerzo era exquisito, no podía quejarme al respecto; luego de almorzar escuché una campanilla sonar, seguí el sonido hasta llegar a la habitación que había visto antes, el estudio, ahí me esperaba una joven mujer, la cual se presentó como madame Sinclair, me dijo que ella sería mi tutora, y comenzó de inmediato con las clases de lengua y etiqueta, fueron unas aburridas cuatro horas. Al terminar la clase ella se esfumó y yo quedé sola nuevamente en aquel enorme sitio; de cuando en cuando me topaba con alguna sirvienta, algún empleado, pero ellos simplemente se negaban a dirigirme la palabra.
Finalmente y luego de investigar varias habitaciones, cada una con cosas más sorprendentes que la anterior, llegó la hora de la cena, subí a la habitación, y como me habían dicho, un precioso vestido, ésta vez color lila, me esperaba; me lo puse y luego de arreglarme un poco el cabello bajé nuevamente, esperando tener algo de compañía ésta vez, pero me decepcioné al darme cuenta que estaba otra vez sola con las sirvientas que seguían negándose a dirigirme la palabra. La cena estuvo exquisita, no podía quejarme del buen trato que se me daba, a pesar de lo extraño de las circunstancias.
Finalmente, luego de la cena subí a mi habitación en aquel tercer piso, donde me esperaba una tina con burbujas en el baño privado de la misma, y un hermoso vestido negro, mucho más revelador que los vestidos anteriores; no tuve más remedio que ponérmelo, no hubo pasado ni media hora desde que había terminado de arreglarme cuando sonó la puerta de mi habitación. Era el mayordomo de la mansión, quien estaba ahí para escoltarme con el joven Armand, el cual me esperaba en sus aposentos galantemente.
Al entrar en la habitación me recibió con un beso en la mejilla, me dijo que tomara asiento en la cama, dijo alguna que otra frase bastante trivial y que la verdad no terminé de comprender.
-Sabe mi bella dama, ¿Por qué en aquel sitio siempre le sacaban sangre?- dijo mirándome a los ojos que se abrieron de par en par ante aquel comentario.
-Eso era porque tu y todos los que están ahí metidos son comida.- dijo callando para ver mi reacción, la cual fue de sorpresa claro está, no éramos experimentos de algún científico loco, ¡éramos comida!, ¿pero quién podría alimentarse de nosotros?.
Él pareció leer mis pensamientos, y con una enorme sonrisa dejo ver en su boca un par de enormes, blancos y afilados colmillos. –Es verdad mi bella dama, soy un vampiro- me dijo tranquilamente acercándose a mí; yo tragué grueso y lo vi acercarse tratando de no inmutarme. –Y tu mi bella dama, eres a partir de ahora, mi cena privada.-
Yo abrí mis ojos aun más. -¿Tu…. tu cena?...- le pregunté anonadada por lo que mis oídos aun no terminaban de creer.
-Así es, mi cena- dijo acercándose a mí, haciendo que esos colmillos crecieran aun más, incrustándolos justo en mi vena subclavia, bebiendo de mi hasta saciarse.
Debo aceptar que la sensación de él bebiendo de mi, y el sentir como su fría piel se calentaba al vaciarme, me agradaba, además de que era muy placentero todo aquello, al terminar quedé agotada sobre la cama; el mayordomo no tardó en hacerse presente, me tomó en brazos y me llevó a mi habitación, donde quedé dormida rápidamente.
Y ese fue el primer día del resto de mi vida… lo que sucedió el día siguiente… esa… es otra historia!!!