lunes, 5 de septiembre de 2011

Amanecer Inmortal

Esa noche al fin pudo ver lo que tanto había deseado, el cielo mismo se abría, los colores cambiando, todo visto de esa forma que jamás hubiese imaginado con sus brillantes y sombríos ojos mortales. Cerró sus ojos, ahora completamente nuevos disfrutando todo aquello, preguntándose si quizás se trataba solo de un sueño, se percató de sus brazos, abrazándola como nunca antes lo había sentido, vio la herida en su muñeca desaparecer y su mirada de satisfacción, con aquellos ojos de frio cristal ceñidos en ella; por fin tendría a su princesa por siempre, por fin era como él, aunque muy en sus adentros habría deseado ser él como ella y no condenarla a lo que él consideraba un eterno pesar, a lo que odiaba tanto ser y no podría cambiar jamás.
Él le extendió su mano, ya que apenas despertaba del sopor que la muerte dejaba tras de sí, la nueva sangre que la recorría ahora dominaba su cuerpo, y aquellos fuertes instintos de los que tanto había escuchado se hacían presentes y se apoderaban de su ser; tenía hambre como nunca la había tenido, no era simple sed como había leído en cientos de novelas, era autentica hambre que hacía a todo su cuerpo quemarse, y su amado lo sabía, hacía ya muchísimos años él había sentido lo mismo, cuando... detuvo sus pensamientos, no querría recordar aquello, que lo condenaba, solo hizo un ademán y pronto hicieron pasar a una bella y virgen joven de apenas unos quince años.
-Éste es mi primer regalo para ti mi niña, bebe-
Y ella pudo olerla, la deseaba con suma fuerza, y se abalanzó sobre la joven sin poder contenerse, sin disfrutar el momento como hubiese deseado hacerlo con su primer sangre; pero si lo hizo, claro que lo hizo, y de una forma algo salvaje mordió su blanco cuello, sintió aquel cálido manjar surgir de la joven, formar lentamente parte de su propio ser, sin saber donde comenzaba una y terminaba la otra, viendo pequeñas experiencias de aquella niña, que ahora serían suyas, deseaba jamás separarse de aquel joven cuello, de aquella cálida piel como lo había sido la suya pocas horas antes; hasta que aquella voz gruesa y consentidora sonó, ella la escuchó lejos y pretendía no escucharlo, quería no hacerlo y poder seguir ahí por siempre, y aquella firme y fuerte mano tocó su hombro apartándola.
-Es suficiente mi niña, ha muerto-
Él quiso decirle que no soportaría que la llevase con ella, pero tenía plena seguridad de que su amada lo sabía, habían hablado ya antes sobre el tema, de ese momento y de cuanto deseaban que sucediera.
-Te amo mi niña, mi eterna esposa-
Y ella se levantó abrazando al que era su padre, su amante, su esposo y maestro.
-Y yo a ti Caliel-
Esa noche él se quedó junto a ella, la primera noche de tantas que vendrían en las que no podría dormir ya más, esa sería una de las pocas cosas que extrañaría, lo sabía desde mucho antes. En su mente ahora estaban las experiencias y vivencias de aquella joven de la que ya se habían llevado el cuerpo, pero quiso hacer un esfuerzo por sacarlos de su mente y concentrarse en lo maravilloso que era todo aquello para ella, hacía demasiado tiempo que lo deseaba, había encontrado en su “búsqueda” unos cuantos, que eran importantes amigos ahora; siempre le daban la posibilidad de conseguir lo que deseaba, no sin antes decirle que eso no es lo que desean para ella, ¿sería acaso tan malo lo que es ahora que todos ellos odian serlo?, creyéndose merecedores de la muerte, ¡pero sin poder alcanzarla!... por lo que la posibilidad que le daban era muy lejana, fue solo su amado quien le dio esa posibilidad y con ella mucho más de lo que ella hubiese soñado jamás. Quiso decírselo, quiso gritarlo, pero él lo sabía ya, comprendía bien, ahora que entre ellos no eran ya más necesarias las palabras, no del todo.
Por un momento su mente divagaba en todo lo sucedido, la larga espera desde que él decidió que la deseaba junto a él, un problema tras otro, pero es así siempre la vida, ¿no?... retrasando siempre el viaje, y al final, cuando Raimond por fin tuvo los papeles y vino por ella, el viaje en avión, el miedo, la emoción, tantas sensaciones mezcladas, adrenalina, nostalgia, y mal de conciencia por su familia y amigos, a quienes no había dicho nada de su viaje, simplemente desapareciendo, y no debía, no podía, jamás sin poner en riesgo sus deseos, su sueño, a su nueva y eterna familia. Recordaba el avión llegando al aeropuerto, y su amado esperándola ahí, abrazándola, besándola, el viaje en aquel lujoso auto, llegando por fin a aquel enorme sitio donde su nueva familia habitaba, la primera noche junto a su amado, siendo así por deseo propio de disfrutar junto a él su primera noche siendo aun humana, y la noche siguiente, ésa misma noche, el sentir como las fuerzas la abandonaban luego de él clavar sus colmillos en su pecho cálido y tierno,  verlo herirse la muñeca y darle a beber, ese líquido que quiso beber hasta acabarlo, mientras sentía como cada vena, cada artería de su cuerpo era llenada con la nueva sangre, la muñeca le fue apartada, y su cuerpo convulsionaba, la muerte vino por tres segundos, y la nueva vida llegó abriéndose el cielo en si mismo para ella… finalmente su amanecer inmortal había llegado…  

Fin… o más bien... el comienzo...