viernes, 8 de noviembre de 2013

Sangre Real... un viejo contrato.

Habían ciertos asuntos que debía de hablar con la Reina, respecto al camino por el que estaba llevando al reino al lado de su esposo; pero más que nada era una vieja visita "sentimental", pues la vampiresa había visto crecer a aquella ahora madura mujer, la había conocido una vez hacía mucho tiempo, cuando ella se había escapado, siendo sólo una niña pequeña. Azuka recordaba aquella noche muy bien, una en la que se habían invitado a nobles de todas las razas para celebrar un gran acontecimiento conmemorado con un baile de máscaras, el compromiso de una niña, con el príncipe de aquel entonces, el heredero al trono de los humanos que llegaría a ser rey en el momento dado.


Azuka se encontraba en medio del salón de baile, siendo asediada como de costumbre, por muchos caballeros pidiéndole concederles una pieza de baile; pero ella que estaba pendiente de todo, observó como aquella pequeña niña escapaba del salón, cosa curiosa, aunque ella ya se imaginaba de qué iba todo aquel asunto... se disculpó entonces con los hombres con la intención de "tomar aire", saliendo tras aquella chiquilla; pronto la encontró corriendo hasta un grupo de árboles al lado del palacio. Los rayos de luna se colaban por entre los árboles, y el viento soplaba con algo de fuerza, no era una noche demasiado serena, pero si era bastante hermosa.


Luego de unos instantes la vampiresa le dio alcance, y tras cruzar algunas palabras la niña, que estaba llorando, le contaba que estaba muy asustada; y bueno, realmente no era de sorprenderse, era demasiado joven aún para estar en una fiesta de tal calibre, anunciando nada más y nada menos que su compromiso... un matrimonio arreglado, pues ella debía ser la próxima reina de los humanos. La niña estaba muy asustada, pues el príncipe era varios años mayor que ella, y ella no le tenía en estima... realmente deseaba vivir tranquila, y encontrar el amor cuando fuese el momento adecuado; no casarse por  el bien del reino; y eso la aterrorizaba, que por su responsabilidad tuviese que abandonarse a sí misma, por el bien de los demás, ¿acaso no es esto una tragedia?.


Pues bien, una sonrisa se dibujó en el rostro frío de Azuka en aquel momento, y su mano cubierta por encajes negros acariciaron la mejilla de la niña, quien se asustó bastante, corriendo más profundo entre los árboles, tropezando con una raíz, cayéndose, teniendo la mala suerte de que su cabeza aterrizase sobre una piedra que le causó una gran herida que comenzó a sangrar; los ojos de la vampiresa se encendieron en un rojo brillante, dirigiéndose entonces a la niña, dirigiéndole la palabra.


-Haz un trato conmigo pequeña... yo te salvaré, no dejaré que mueras, y te prometo una vida plena y llena de felicidad, encontrarás el amor en el príncipe que tienes como prometido; pero a cambio, tu sangre me pertenece, y el linaje que de ti provenga, hasta el fin de los tiempos será mío...


Le dijo con una sonrisa bastante amable, en medio de aquel bosque, tanto que era demasiado irresistible... la niña simplemente asintió, y le dio el sí en medio de un susurro ahogado... lo juro; se le escuchó decir, pues la vida se le iba, siendo tan pequeña. Y en ése momento, la dulce sonrisa se transformó en una demasiado tétrica, dejando ver los colmillos afilados en la misma.


La vampiresa se quitó los guantes, tirándolos en el suelo, y de entre sus prendas sacó una daga de detalles sobrios, que tenía una serpiente enroscada; ella pronunció unas palabras aún con sus ojos rojos encendidos, haciendo que la serpiente se mueva, enroscándose en el mango, clavando sus colmillos en la muñeca de Azuka, quien, tomándola con fuerza se hizo un corte en la palma de su mano, un corte que formó un símbolo determinado, para invocar a la magia elemental que utilizaba ocasionalmente, pues era la magia negra su fuerte.


Una vez que se hizo el corte, dejó caer su sangre sobre el suelo alrededor de la niña; y finalmente se aproximó hasta ella, dejando caer un hilo de su sangre en la boca de la niña, obligándola a beber, ligándola con ésto a aquel contrato irrompible. Cuando la niña tragó la sangre, un símbolo en la tierra bajo ella se formó, en un circulo, el mismo símbolo que Azuka se había hecho en la palma de su mano. Instantes después toda la energía del bosque a unos tres metros alrededor de la niña se secaban completamente; y lo que sucedía era que esa pequeña estaba absorbiendo la energía vital del bosque por medio del poder de la vampiresa; quien pronunciaba varias palabras en un antiguo lenguaje para concretar el pertinente conjuro.

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Fue sencillo para ella evadir a los guardias, y en poco tiempo estuvo en la habitación de la reina, la mujer se encontraba sola, y ella se sorprendió de ver que no había cambiado un ápice... la llamó bruja, la bruja a la que pertenecía y que no había cambiado nada en tantos años; de hecho su  sangre vibraba con la sola presencia de Azuka en aquella habitación; con sumo sigilo la vampiresa entró por el balcón, y le dedicó un par de palabras. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que le había permitido a aquella noble humana verla; pero se había encargado de que su promesa se cumpliese... la niña creció profundamente enamorada de su prometido, había sido feliz al lado del rey, y de sus hijos; pero ahora... era el tiempo de dar espacio a las nuevas generaciones; ella realmente ya no le era de mucho utilidad, a partir de ahora sólo envejecería marchitándose; y Azuka pretendía tomarla cuando aún fuese bella y su sangre dulce y llena de vitalidad.


Había sido una larga espera para tomarla, y ella bebería ese dulce vino antes de que se volviese amargo; así que se acercó hasta la reina, tirándola en la cama, despojándola de cada una de sus prendas, sintiendo el sabor de su piel, mordiéndole primero el cuello, dejando que la sangre corra, haciéndole cortes en los senos, en el vientre, en las muñecas, en los muslos... dedicándose a saborear lentamente su sangre, que brotaba lentamente en todo su cuerpo; la reina claro que no podía gritar, pues Azuka la controlaba. Al final, cuando ya le quedaba sólo un par de minutos de vida, la dejó gritar, quería escuchar los gritos de desesperación cuando la luz se le iba de los ojos....


Y la reina gritó, y gritó... y la vampiresa desde el balcón la observaba, escuchando pasos que corriendo se apresuraban hasta la puerta; dibujándose una sonrisa en su rostro manchado de sangre, dispuesta a saltar justo en el instante en el que la puerta se moviese... y así lo hizo, llegando a los jardines; ahora varios guardias se habían movilizado para dentro del palacio, para hacerse cargo de lo que ocurriese; pero sólo encontrarían el cadáver mutilado de la reina.


miércoles, 25 de abril de 2012

Sueños - I Parte


Sueños  I Parte



El camino era oscuro esa noche, la luna que siempre iluminaba su camino cual fiel madre que cuida a sus hijos esa noche no se divisaba en el cielo, las estrellas, pequeñas lamparillas tintineantes también habían desaparecido de la vista, en su lugar un techo cuál carbón era lo que se divisaba, estaba helado, era una de esas noches que te calan los huesos por completo, y puedes ver tu aliento convertido en una especie de humillo blanco saliendo de tu boca al respirar.

Caminaba, hacía tanto que lo hacía que ya había olvidado lo que la había hecho salir en un principio, su andar era ligero y a la vez lento, sus ropajes maltratados evidenciaban su continuo recorrido, la carretera estaba mojada, y pequeñas piedrecillas se clavaban en sus pies descalzos que estaban cubiertos de heridas, sangrantes, pero parecía no importarle, parecía quizás que el frío la había hecho olvidar el punzo cortante dolor que se acrecentaba con cada paso que daba en aquel camino blanco.

Una espesa neblina cubría todo el lugar, era imposible ver si quiera sus propias manos, no tenía idea de donde se encontraba ni cuánto tiempo llevaba caminando por aquella senda sin un fin aparente. Su cuerpo estaba en apariencia agotado, grandes bolsas negras se dibujaban bajo su rostro de pálido color, sus mejillas estaban ruborizadas, por el frío probablemente, sus labios de un rosa pálido sobresalían levemente en su rostro delgado, sus ojos eran grandes, con un vago brillo en ellos, cubiertos por largas y negras pestañas, completamente enmarcados por un par de bellas y finas cejas.

Una hora, dos horas, tres, cuatro, diez; el tiempo se había convertido en algo etéreo en su marcha, una chispeante luz la cegó por un instante, haciéndola  detener el paso, posó su mano fría y blanca sobre su rostro, para disminuir la luz que se dirigía a sus ojos, haciéndola salir del trance aparente en el que se encontraba.

Vislumbró a orillas de su camino una muralla de arboles, aparentemente algo descuidados en cuanto al podage, se dirigió hasta allí, habían unos escalones de cemento que llevaban hasta una pequeña entrada con un portón de metal incrustado en medio del verdor grisáceo de los arboles, los fríos tubos de hierro delicadamente moldeados hacían exquisitos diseños en aquel portón, sobre el cual los arboles hacían un marco, y a un lado de ellos se encontraba una lámpara, que fue lo que la había encandilado en un principio.

Comenzó a caminar hasta allí lentamente, sin dejar de ver el portón, comenzó a subir los pocos escalones hasta el portón que se abrió de par en par cuando ella se encontraba a un metro de él, un sonido chirriante rezumbó en el lugar, interrumpiendo el silencio sepulcral de aquel sitio, que antes del chirrido solo dejaba escuchar la acelerada respiración de aquella joven dama. Al observar con dificultad lo que había del otro lado del portón, se encontró con una colina, donde las escaleras subían y se extendían a cada paso que daba.

Al caminar hacia arriba la neblina se disipaba lentamente, y podía divisar cruces sembradas en pasto, de distintas formas, parecían extenderse cuál bosque, algunas figuras de ángeles y criaturas se alzaban del suelo, se dio cuenta de que eran tumbas. Siguió su camino y al llegar arriba de la colina se encontró con plantas de rosas sembradas por todo el lugar y a lo lejos una figura se alzaba cuál estatua de mármol. Pensó que lo era, justo ahí, en medio del camino que estaba siguiendo, parecía observarla fijamente, pero era inmutable, no se movía a pesar del viento que movía su largo cabello azabache, finalmente, al estar más cerca ella, aquel rostro pálido dibujó una media sonrisa en sus labios, y aquel brazo largo se levantó en el aire, extendiendo su mano hacia ella, cautivándola de inmediato.

Ella caminó lentamente hacia él, todo aquello era como un hechizo; extendió también su mano blanca y en apariencia débil, hacia aquel ser impávido e inexorable, tocando la estatua que con rasgos finos le sonreía,  aunque acertadamente podría pensarse que era un ángel más de los muchos que se encontraban petrificados sobre las tumbas de la colina.

La mano de la estatua se movió una vez más sujetando la de ella, era delicada al tacto, suave... pero fuerte, sin lugar a dudas lo era, y a pesar de eso, al tomarla lo hacía con suma delicadeza. Le dijo algunas palabras al oído que resonaron en aquel, al parecer, solitario lugar, la voz de aquel ser era profunda y parecía acariciar su alma con cada palabra.

Ambos brazos del ser del mármol viviente se levantaron luego de que aquellas palabras quizá mágicas resonaran, rodeándole la espalda algo delicada en un abrazo, presionándola contra su cuerpo también delgado, pero fornido. La chica sintió un par de fríos labios contra los suyos que seguramente estaban más pálidos de lo usual, obsequiándole un tierno beso que ella correspondió al darle su calor a aquel helado cuerpo, el beso se extendió hasta su cuello largo y blanco, sintió un leve dolor punzante, excusándolo con el frío que sentía recorriendo todo su cuerpo, pero que a la vez era opacado por el calor tenue de aquel frío cuerpo, si es que esto tiene algún sentido... la chica se desvaneció en aquel momento, con aquel sentimiento que le oprimía el pecho expandiéndose por todo su cuerpo.

Un leve gesto de molestia se evidenció en su rostro con su nariz arrugada al igual que su sien al sentir un rayo de luz mañanero sobre su cara, como un reflejo puso la mano sobre su rostro, sentándose luego en su cama... siendo todo aquello demasiado nostálgico, como que si el recuerdo de la noche anterior fuese algo más que un vago recuerdo, como que si fuese algo que realmente hubiese vivido hace pocas horas, más en ese instante todo le pareció un sueño... el camino, la neblina, el cabello azabache y los labios fríos.

Frotó un poco sus ojos con ambas manos, metió sus dedos largos entre su cabello suelto y enmarañado, lo tiró hacia atrás y se puso luego en pie dando un vistazo fugaz a la habitación, las cortinas grises ondeaban movidas por el viento, la ventana estaba abierta de par en par, algo poco usual, porque siempre acostumbraba poner el cerrojo antes de irse a dormir.

-Curioso- Mencionó con suma tranquilidad.

Se acercó al espejo de su buró mirándose, estaba inusualmente más pálida de lo que solía estarlo normalmente, se miró de cuerpo entero, sus ropajes estaban desgastados y sucios, al igual que en sus sueños; miró sus pies, estaban sucios y lacerados, corrió un poco su cabello, y ahí muy cerca del musculo traqueal se encontró con dos pequeños puntitos rojos, casi como dos punzadas de aguja, que le dolían un poco.

Se dirigió hasta el baño, y luego de una reparadora ducha decidió salir a enfrentar el mórbido mundo, secó su cuerpo delgado y delicado lentamente, luego se vistió, unos jeans de mezclilla negros, y una blusa de tirantes del mismo color, guantes en sus manos y el cabello suelto, y con una pañoleta en su cuello hizo menos visible su pequeña heridilla.

Era un día nuevo, el celular a un lado de su cama estaba sonando, finalmente se dispuso a contestar... era una vieja amiga del la cual no sabía hace bastante tiempo, pidiéndole salir esa noche con ella a beber algo... siendo su vieja amiga de la infancia, e intentando salir de su mundo de ensueño decidió aceptar a la invitación.

Pasó el día ociosa en casa, después de todo eran las vacaciones de verano, el día había estado soleado y un poco caluroso, pero con brisas frescas que al colarse por la ventana llenaban la estancia, haciendo el ambiente relativamente cómodo, arregló un poco el desastre que tenía por casa, y se dispuso a leer un rato, el libro era muy interesante, siempre había tenido afinidad por la lectura, pero a pesar de que aquel libro la tuviese prendada con sus palabras, no lograba concentrarse en lo que leía, el sabor agri-dulce que le dejó aquel sueño del que había despertado hacía unas pocas horas,  la hacía perderse en los vagos recuerdos de todo aquello, que poco a poco, entre la misma neblina blanca en la que recordaba haber estado caminando, se desvanecían, dejando esa pequeña opresión en el pecho, ah, y el suspiro luego.

Se quedó dormida en el sofá, aparentemente varias horas, cuando su teléfono sonando la hizo abrir los ojos, contestó en medio de un bostezo, era su vieja amiga, avisándole que estaba por llegar a su casa, la chica se levantó rápidamente,  revisó su rostro, solo para no recibirla con cara de sueño, y se acomodó un poco su melena… finalmente escuchó un auto aparcar al frente y, toc, toc, toc… su amiga llamaba a la puerta.

-Voy…-

Dijo mientras se acercaba a abrir. Efectivamente era su vieja amiga, no parecía haber cambiado demasiado, aparte de un par de bolsas bajo sus ojos, que evidenciaban las trasnochadas noches de estudios, por las cuáles ella también pasaba constantemente. Al verla, un abrazo efusivo por parte de su amiga fue lo primero que recibió.

-Hola amiga, ¡me da tanto gusto verte!, ¿Cómo has estado mi vida?-

Le decía su amiga con emoción al verla abrir la puerta. Ella esbozando una sonrisa, quizá un poco forzada contestaba a sus preguntas, con la típica respuesta.

-Muy bien ¿y tú?-

Su amiga le contaba luego de cuan cansado ha estado todo con los estudios, que casi no le quedaba tiempo para salir, cosas sobre uno que otro chico que había conocido… ella escuchaba a su amiga, pretendiendo interés en sus palabras, aunque su mente realmente estuviese en aquel sueño, del cual cada vez recordaba menos, hasta que las palabras de su amiga la hicieron volver en sí.

-Bien, ¿nos vamos?-

Respondiendo afirmativamente a aquella pregunta, ambas chicas se montaron en aquel automóvil, quizá demasiado tosco para ser conducido por una dama, y se dirigieron hacia una discoteque, durante el viaje su amiga le siguió contando sobre su novio, y otros chicos que habían aparecido durante sus cortas salidas en la universidad, ella asentía, sonreía, y le daba algún que otro consejo; a pesar de no estar prestando demasiada atención siempre podía aconsejarla. Siempre había tenido buenas facultades para aconsejar a los demás con sabiduría, pero por contrariedades no aplicaba esos consejos en sí misma cuando más debería haberlo hecho.

Finalmente dejaron el auto en un estacionamiento muy cerca del edificio de la discoteque, caminaron un poco hasta llegar a la entrada de la misma, la entrada era algo exclusiva, pero a un par de chicas tan guapas como ellas las dejaron pasar sin mayor problema, habían varios pisos, uno dónde sonaba buen rock,  y una zona donde se podía hablar sin demasiado barullo. Se sentaron en una mesa, hablaron algunas trivialidades, hasta que su amiga le dijo haber visto a un familiar, o amigo, por lo que se levantó y fue a hablar con ellos.

-Claro, aquí te espero Jesica-

Le dijo sin prestarle mayor importancia, mientras su mirada se posaba en un par de ojos brillantes que había notado hace rato no le quitaban la vista de encima. Un joven, muy atractivo, de piel pálida, cabellos negros amarrados con una liga, chaqueta de cuero y jeans negros, se puso de pie, con un andar bastante elegante y seguro llegó hasta su mesa, y sin pedir permiso se sentó en el asiento frente a ella. Lo cual pareció no disgustarle, ya que le parecía vagamente familiar, en definitiva lo conocía, pero… ¿de dónde?...

-Hola Astrid-

Dijo la voz de aquel joven, fuerte y seductora, pero lo más sorprendente, era que supiese su nombre, en definitiva la conocía, pero ella no podía recordar su nombre, lo cual la hizo sentirse algo apenada.

-Hola-

Le respondió ella a secas y con algo de timidez. En los ojos del joven se vio reflejada algo de tristeza, que ella evidenció casi inmediatamente, como que si lo conociese a la perfección, lo que la hizo cerrar el puño de su mano, apretando con fuerza, clavándose sus propias uñas.

-Así que lo has olvidado-

Le dijo él, y con esas palabras ella sintió como que si un baño de agua helada le hiriese todo el cuerpo con cientos de finas agujas. Ella tragó un poco de saliva que había acumulado en su boca, y respiró simulando estar calmada, aunque por un instante hubiese olvidado respirar.

-Yo… -

Dijo trabando sus palabras, se sentía confundida, no sabía que responderle… podría haberle dicho que no recordaba quien era, pero sentía que no era lo que debía hacer, algo le decía que no, que eso lo heriría, y además ella lo conocía, sí que lo conocía, todo de él parecía conocerlo, y a la vez era un completo extraño. “Debo estar loca”, pensó en sus adentros, sabiendo que sus sentimientos y pensamientos eran completamente contradictorios, y como muchas otras veces, decidió hacer caso a sus instintos, después de todo, cuando no lo había hecho se había llevado los peores chascos en su vida.

El chico la observaba fijamente, y algo curioso fue que sonriese, con esa cara de dulzura que solo una madre, o alguien que te ama realmente pone cuando haces algo torpe. Él pasó su mano por sobre la mesa, tocando la de ella, y fue como si una descarga eléctrica recorriese su todo su cuerpo, fracciones de imágenes del sueño que había tenido llegaron a su mente, ahora nítidas, y al ver esa última imagen, ahí, en la cima de la colina, si, era el mismo rostro de quien sujetaba su mano en ese momento.

Ella se quedó perpleja por un instante, quizá debió haberse asustado, pero caso contrario, su corazón comenzó a palpitar con rapidez, sus ojos se abrieron de par en par, muy sorprendida, ese que estaba ahí, era el hombre que la cautivaba en lo que ella pensaba eran sus sueños, y luego de un instante recordó no haber sido el de la noche anterior el primer sueño dónde lo había visto.

-Ven mi niña, ven conmigo-

El guardó silencio mientras se ponía en pie, aun tomado de la mano de ella, la sujetaba con suma delicadeza, y fue ahí cuando ella entró en cuentas de que estaba frío, notoria e inusualmente frío, pero no le importó, porque él hacía que su sangre hirviese, y quiso que no la soltara jamás. Ella se puso en pie también, e hizo ademán a seguirlo, pero en ese momento recordó a su amiga, Jesica no tardaría en regresar, ella lo miró, él era ahora más importante que una reunión con su vieja amiga.

-Aguarda un segundo-

Le dijo, aunque él parecía de antemano saber lo que ella pensaba. Astrid sacó un lápiz labial de su bolsillo, y sobre una servilleta dejó una improvisada nota. “Encontré a un viejo amigo, no te preocupes, te marco mañana”. Al menos así su amiga no se preocuparía demasiado, aunque probablemente se enfadaría un poco por haberla dejado abandonada, pero bueno, eso no le importaba ahora. Salió de la discoteque tomada de la mano de aquel joven, del que, luego de caer en cuentas aun no sabía ni su nombre, y a pesar de eso, era como si lo conociese de toda una vida.

Caminaron fuera, hasta llegar a una zona donde habían varios coches y motocicletas estacionadas, él se dirigió hasta una motocicleta  Harley Davidson, no supo en qué momento, fue demasiado rápido, pero ya tenía las llaves puestas en la motocicleta, y con una mirada impactante, todo de él lo era, la invitaba a tomar asiento atrás.

-Al menos dime tu nombre antes-

Mencionó ella, haciendo caso un poco a su cerebro y no tanto a sus instintos, aunque esa noche, como llevada por el acelerado ritmo de su corazón, el cerebro no tendría demasiada cabida, los instintos estaban a flor de piel, y eran los que dominaban. Lo miró expectante de su respuesta, él abrió sus finos labios apenas para dejar escapar aquel nombre que jamás olvidaría.

-Caliel-

Oh nombre más poco común el que había pronunciado, pero le parecía tan conocido. Quiso decirle un cumplido, pero él la esperaba, así que se limitó a sonreírle, montándose en aquella motocicleta completamente negra, al igual que los ropajes de aquellos que la montaban; arrancó, y rápidamente se alejaban de aquel lugar, los autos pasaban, las luces y los brillantes anuncios pasaban veloces frente a sus ojos. Ella instintivamente le abrazó el abdomen, se sentía increíblemente cómoda, como le hubiese gustado que ese paseo jamás terminase, pero al cabo de un rato las luces eran menos constantes, se dio cuenta de que habían salido de la ciudad, y parajes llenos de árboles llenaban el ambiente a orillas de aquella carretera.

Finalmente llegaron a lo que parecía ser un edificio en construcción, habían varias bigas amontonadas en el suelo, sacos, y aquel edificio de varios pisos hacia arriba, todo en medio de muchos árboles; la luna brillaba en el cielo, y era tapada de cuando en cuando por las nubes, que parecían acariciarla con suavidad, al detener la motocicleta varios pájaros salieron volando despavoridos, haciendo algo de ruido a mover las ramas de los arboles.

Ella se bajó, acto seguido él hizo lo mismo, le tendió la mano, sabía que ella estaba bastante confundida, pero aun así él, al cual sólo había visto en sus sueños, la llenaba de una confianza inmensurable, tan inmensurable como la profundidad de sus ojos verdes.

-¿Confías en mí?- Cuestionó aquella voz incomparable, confundiéndose con los soplidos del viento entre las hojas de los árboles.

-Con mi vida- Respondió, aun no comprendía la magnitud de esas palabras, pero estaba segura de que así era.

Él la tomó entre sus brazos, y antes de que se percatara sentía nuevamente el viento helado en su rostro, aunque ésta vez con una extraña sensación de vacío en la boca de su estómago; observó como todo fluía rápidamente, ¿estaban volando?; no lo supo, pero en poco tiempo estaban sobre lo alto de aquel edificio en construcción.

Aún tenía muchas cosas que preguntarle, quiso hacerlo, pero sabía que no era el momento; de alguna extraña forma con su mirada parecía explicarle todo, aunque realmente no tuviese explicación alguna. Todo aquello le parecía descabellado y contradictorio… pero nada en su vida tuvo jamás mayor lógica que esto.



Continuará.......



lunes, 2 de abril de 2012

Tan solo un mortal más!!!

Pecar es mortal
amar también lo es
cuando aquel alma
condenada al frío polar
de corazón y sentimientos
decide que desea aquello
que prohibido ha sido
privilegio de los mortales
y cae... como aquella primer estrella
pecando, por fin buscando
sentir, ¡si!, tan sólo sentir
ese crepitar incandescente
aquel sentir tan conocido
analizado, estudiado
pero jamás sentido
cruel mito casi imposible
que observase siempre revivir
las mariposas revoloteantes
torrentes de aquel manjar
líquido carmesí ascelerado
y sin darse cuenta
sin mayor esfuerzo
tan sólo porque así debía de ser
pecho de mármol
latidos lascerantes
demostrando un deseo palpable
miedos encontrados
temor a herirse
temor a herirla
y el escudo visible
estrella que no podrá
al cielo nuevamente regresar
ahora pena como aquello
que desde siempre envidió
desde siempre observó
tan sólo un mortal más!

viernes, 25 de noviembre de 2011

Un inicio atropellado.... la dama del vampiro!!


Los muros parecían caerse sobre mi; el frotar los ojos y ver que no, todo seguía igual, menos el olor, cada día era más nauseabundo, tal vez haya sido por las heridas abiertas, la falta de aseo en ellas había causado severas infecciones de las cuales un olor a putrefacción salía. Ya no recordaba cuantos días llevaba ahí, quizá fueron semanas, meses, realmente había perdido la percepción del tiempo en ese sitio.
Las piedras en las paredes húmedas, cubiertas por ese lanugo verde, las había contado una infinidad de veces; por momentos la locura se apoderaba de mi ser, y una gran desesperación me invadía, pero el gritar no era la respuesta, ya había sufrido grandes torturas anteriormente por ello,  y el clamar por ayuda no funcionaría, estaba apartada de todo, y de todos, menos de mis captores… que no tenían intención alguna de una recompensa por mi liberación… parecían simplemente disfrutar el tenerme ahí.
Ocasionalmente uno de ellos pasaba por mi jaula, porque eso me parecía ese cuarto con barrotes en las puertas, y con una jeringa me sacaba sangre, realmente no sabía porque estaba ahí, si era solamente un rehén, o un animalejo con el cual experimentar para ellos, solo estaba segura de una cosa, y era que algún día vería nuevamente la luz del sol, o al menos eso era lo que mi corazón añoraba con tanta fuerza.
Acostumbrada a aquella paz algo enfermiza, los golpes metálicos en la puerta anunciando que habían traído un plato con comida retumbaban en mi cabeza, algo muy curioso era que a pesar del encierro y del mal trato, los alimentos que servían eran bastante nutritivos y de buen sabor, era como si necesitaran que me mantuviese con buena salud, lo cual no tenía gran sentido tomando en cuenta las faltas higiénicas de aquel sitio.
Al pasar el tiempo, ya me había acostumbrado a aquel lugar, cuando una tarde, o noche, realmente no tenía noción del tiempo en ese sitio, un jovencito apareció, escuché cuando le susurraba a un hombre que le acompañaba que quería una permanente, para “comer de la fuente”, ¡sí!, ese fue su comentario, el cual, por supuesto que me extrañó bastante. En medio de entre los barrotes pude ver como abría varias puertas, cerrándolas una tras otra nuevamente, negando con la cabeza al salir de cada una de ellas; hasta que finalmente se detuvo frente a la mía.
-Toc, toc, toc- tocó cortésmente, lo cual se me hizo de muy mal gusto; como que si fuese una mala broma, ya que, después de todo, yo estaba ahí encerrada contra mi voluntad.
Finalmente uno de los guardias abrió la puerta, y el joven entró haciendo una reverencia; yo arqueé una ceja ante aquella acción, y con una mueca de desagrado aparté mi rostro de él, observándolo de reojo para darme cuenta que una sonrisa se dibujaba en su rostro.
-Es ésta, quiero ésta-
Dijo al hombre que lo acompañaba, mientras que sus palabras se clavaron en mi cabeza, y el miedo y la ansiedad se apoderaron de mi; ¿Quiénes eran?, ¿Qué planeaban hacer conmigo?, todo eso me asustaba. El joven salió, y un par de enormes simios me tomaron por los brazos, sacándome por fin de ese horrible lugar… pusieron una venda en mis ojos, me inyectaron algo y me montaron en un auto… perdí el sentido justo en ese instante.
Cuando desperté, probablemente a la mañana siguiente; no tenía manera de saber cuánto tiempo estuve inconsciente; me encontraba en una hermosa, lujosa y amplia habitación, froté mis ojos, pues por un momento pensé que se trataba de un sueño, pero luego de un pellizco moderado en mi brazo me percaté de que todo lo que sucedía era muy real, me levanté de la cama con sabanas de seda en la que había despertado, y al verme frente al espejo del buró por poco y no me reconozco. Hacía tanto tiempo que no me veía en uno, ¡como había cambiado!, ¿tanto tiempo llevaba ahí encerrada?... ya no era la misma niña, ahora mi rostro era el de una bella joven, y no solo eso!, alguien había aseado mi cuerpo, había también desinfectado y vendado mis heridas.
Al darle un vistazo más detallado a la habitación, me percaté de un hermoso vestido sobre una silla, al acercarme observé una nota que decía, úselo por favor, y luego baje, la estarán esperando. Todo me era ajeno y extraño, pero ya que era mil veces mejor que el encierro en el que estaba, no dudé en ponérmelo; además se me veía realmente hermoso. Era blanco con encajes en color negro, había unos guantes negros y unas sandalias del mismo color que hacían lucir esplendido todo el conjunto.
Finalmente, estando lista, me dispuse a bajar, tal y como decía en la nota. Al parecer me encontraba en un tercer piso, bajé por las grandes escalinatas centrales, todo estaba lleno de lujosos detalles, obras de arte adornaban aquel sitio, además del sonido de una bella melodía, conforme iba bajando las escaleras el sonido se acrecentaba; valla sorpresa me llevé cuando llegué al salón principal, al ver al joven de la noche anterior sentado frente al piano, dejando fluir aquellos armónicos acordes. No quise interrumpirle, pero fácilmente se dio cuenta de mi presencia, por lo que dejó de tocar, poniéndose en pie, y muy galantemente acercarse a mi.
La noche anterior lo vi como un joven mayor, pero al verme hacía escasos momentos en el espejo me di cuenta de que no tenía más que un par de años más que yo, y ahora, estando en otras condiciones, pude percatarme también de que era bastante atractivo. Se acercó a mi muy despacio, tomó mi mano y depositó cuidadosamente un beso en el dorso de la misma.
-Buenos días mi bella dama- dijo mirándome a los ojos. –Espero que sus sueños hayan sido placenteros.- dijo dedicándome una sonrisa. – Permítame presentarme.- dijo sin dejarme responder, -mi nombre es Armand Van Krust, y soy tu nuevo amo.-
Abrí los ojos de par en par al escuchar esto último. ¿Mi amo?, ¿Cómo era esto posible?.... pero no debía de extrañarme tanto, al parecer había sido vulgarmente vendida en aquel sitio, pero al menos estaba siendo tratada como una persona, y no como un animal desde que llegué a ese sitio tan bello, no obstante la idea de tener un “amo”, no terminaba de agradarme.
-No quisiera ser descortés, éste lugar es muy bello y se me ha tratado muy bien, pero fui llevada en contra de mi voluntad a aquel sitio de donde usted me sacó- dije haciendo una leve pausa.- y he estado secuestrada durante todo éste tiempo, lo correcto sería que me liberase, le juro que no lo implicaría en nada, simplemente diría que no recuerdo nada, por favor, solo déjeme ir a casa!!!- le dije en una súplica, esperando por su comprensión, con la esperanza de que me liberara, y por fin regresar a mi hogar, con mi familia.
-Lo siento mucho mi bella dama, pero eso no es posible, éste es ahora su hogar, y tu eres mía- dijo sonriendo sínicamente, dando un par de pasos hacia un vitral que daba a los jardines. – muy bien, es hora de que desayunes, debes de estar fuerte, así que sígueme.- dijo sin dejarme decir nada más; y en realidad yo tenía hambre, así que no protesté más… tanto tiempo de estar en cautiverio, y poder ver la luz del día, eso era un gran avance, ya encontraría la forma de volver a casa.
Llegamos al jardín, donde una mesa redonda con una linda sombrilla en el centro me esperaba, con un apetitoso desayuno en ella. Armand tomó asiento a un lado mío, pero no probó bocado alguno, simplemente se limitó a verme comer complacido. Una vez terminé de desayunar comenzó a hablar nuevamente.
-Las reglas de éste tu nuevo hogar son simples.- me dijo- durante el día bajarás puntualmente a tomar tu desayuno, luego de eso  te retirarás a estar donde quieras, siempre y cuando no salgas de los jardines de la mansión, que están demarcadas por esos muros. –dijo señalando un enorme muro a lo lejos.- a la una en punto pasarás al salón principal a almorzar, luego tendrás clases de lengua y etiqueta; la biblioteca y todos los demás salones estarán siempre abiertos para que les des uso, no tienes nada más que hacer, solo lo que tengas gusto de hacer, hasta la hora de la cena, que es a las seis en punto, para la cuál te vestirás apropiadamente, con un traje que se te proporcionará. Luego de la cena, deberás subir a tu habitación, darte una larga ducha, y ponerte un nuevo traje que se te brindará… luego irás a mi habitación, y cuando yo termine contigo, podrás regresar a descansar, ¿entendido?-  me preguntó mirándome fijamente.
-¡Sí!- le respondí, lo cual no pareció agradarle mucho que digamos-
-¿Si qué?.- dijo con un tono condescendiente.
-Si mi amo- le dije mirándolo, lo cual pareció agradarle.
-Bien, estando todo dicho, me retiro, disfruta tu día, nos vemos en la noche mi dulce doncella- se puso en pie y se dirigió hacia dentro de la enorme mansión.
Yo quedé sola en aquel enorme jardín, con un mundo entero por descubrir, lo que no tardé en hacer; pero no quería entrar a la mansión, no después de tanto tiempo encerrada; así que me dispuse a caminar por los enormes jardines, a disfrutar del aroma de las flores, del viento en mi rostro, de la luz del sol, del cantar de los pájaros, de ver las ramas de esos frondosos arboles moverse como bailando al compás de todo aquello. Suspiré casi aliviada, todo eso era maravilloso, un completo cambio, un completo alivio.
Finalmente y luego de algunas horas, me dirigí hacia dentro de la mansión, al entrar pude percatarme de la hora, ya era casi la hora de la cena, pero me quedaba un momento más para investigar, y lo primero que necesitaba saber era donde se encontraba el comedor, el cuál no tardé en encontrar, luego seguí un poco, y descubrí un estudio, luego una enorme biblioteca, varias habitaciones, pero al entrar en una de ellas vi la hora, y tuve que dejar aquel recorrido para luego, porque ya era la hora del almuerzo, y no quería ser impuntual, ya que todo aquello me tenía bastante intrigada, ¿para qué me querría mi “amo” durante la noche?, estaba bastante asustada, esperado que no se tratase de algún tipo de abuso sexual.
Finalmente entré al comedor, me topé con las sirvientas, las cuales al parecer tenían prohibido dirigirme la palabra, ya que se limitaron a servir la comida y cumplir mis peticiones rápidamente, más sin dirigirme la palabra. El almuerzo era exquisito, no podía quejarme al respecto; luego de almorzar escuché una campanilla sonar, seguí el sonido hasta llegar a la habitación que había visto antes, el estudio, ahí me esperaba una joven mujer, la cual se presentó como madame Sinclair, me dijo que ella sería mi tutora, y comenzó de inmediato con las clases de lengua y etiqueta, fueron unas aburridas cuatro horas. Al terminar la clase ella se esfumó y yo quedé sola nuevamente en aquel enorme sitio; de cuando en cuando me topaba con alguna sirvienta, algún empleado, pero ellos simplemente se negaban a dirigirme la palabra.
Finalmente y luego de investigar varias habitaciones, cada una con cosas más sorprendentes que la anterior, llegó la hora de la cena, subí a la habitación, y como me habían dicho, un precioso vestido, ésta vez color lila, me esperaba; me lo puse y luego de arreglarme un poco el cabello bajé nuevamente, esperando tener algo de compañía ésta vez, pero me decepcioné al darme cuenta que estaba otra vez sola con las sirvientas que seguían negándose a dirigirme la palabra. La cena estuvo exquisita, no podía quejarme del buen trato que se me daba, a pesar de lo extraño de las circunstancias.
Finalmente, luego de la cena subí a mi habitación en aquel tercer piso, donde me esperaba una tina con burbujas en el baño privado de la misma, y un hermoso vestido negro, mucho más revelador que los vestidos anteriores; no tuve más remedio que ponérmelo, no hubo pasado ni media hora desde que había terminado de arreglarme cuando sonó la puerta de mi habitación. Era el mayordomo de la mansión, quien estaba ahí para escoltarme con el joven Armand, el cual me esperaba en sus aposentos galantemente.
Al entrar en la habitación me recibió con un beso en la mejilla, me dijo que tomara asiento en la cama, dijo alguna que otra frase bastante trivial y que la verdad no terminé de comprender.
-Sabe mi bella dama, ¿Por qué en aquel sitio siempre le sacaban sangre?- dijo mirándome a los ojos que se abrieron de par en par ante aquel comentario.
-Eso era porque tu y todos los que están ahí metidos son comida.- dijo callando para ver mi reacción, la cual fue de sorpresa claro está, no éramos experimentos de algún científico loco, ¡éramos comida!, ¿pero quién podría alimentarse de nosotros?.
Él pareció leer mis pensamientos, y con una enorme sonrisa dejo ver en su boca un par de enormes, blancos y afilados colmillos. –Es verdad mi bella dama, soy un vampiro- me dijo tranquilamente acercándose a mí; yo tragué grueso y lo vi acercarse tratando de no inmutarme. –Y tu mi bella dama, eres a partir de ahora, mi cena privada.-
Yo abrí mis ojos aun más. -¿Tu…. tu cena?...- le pregunté anonadada por lo que mis oídos aun no terminaban de creer.
-Así es, mi cena- dijo acercándose a mí, haciendo que esos colmillos crecieran aun más, incrustándolos justo en mi vena subclavia, bebiendo de mi hasta saciarse.
Debo aceptar que la sensación de él bebiendo de mi, y el sentir como su fría piel se calentaba al vaciarme, me agradaba, además de que era muy placentero todo aquello, al terminar quedé agotada sobre la cama; el mayordomo no tardó en hacerse presente, me tomó en brazos y me llevó a mi habitación, donde quedé dormida rápidamente.
Y ese fue el primer día del resto de mi vida… lo que sucedió el día siguiente… esa… es otra historia!!!

sábado, 22 de octubre de 2011

Vacío

Ése vacio se acrecenta
las lágrimas 
pobres atrapadas en un cuerpo
de cuya fuente se ha secado su surgir
o tal vez simplemente
se haya visto bloqueado su cause
su anterior derrame sin fin
quizá la causa sea de estos males
que no dejan a su alma
libre sentirse de pesares
ser que juega, que cree
ama y engaña
o al menos pretende eso hacer
pues aquel vacío tan profundo
no deja sentimientos florecer
pero aquella semilla
de esperanza no muere
aun en su interior
intenta salir de aquel remolino
que atrapada la mantiene
cautiva de si misma
que desea poder entregarse
a aquel amor tan sincero
por el cuál su mancillado ser
desea fallecer
entregar su vida entera
forzarse a vivir, a sentir
a ser feliz.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Amanecer Inmortal

Esa noche al fin pudo ver lo que tanto había deseado, el cielo mismo se abría, los colores cambiando, todo visto de esa forma que jamás hubiese imaginado con sus brillantes y sombríos ojos mortales. Cerró sus ojos, ahora completamente nuevos disfrutando todo aquello, preguntándose si quizás se trataba solo de un sueño, se percató de sus brazos, abrazándola como nunca antes lo había sentido, vio la herida en su muñeca desaparecer y su mirada de satisfacción, con aquellos ojos de frio cristal ceñidos en ella; por fin tendría a su princesa por siempre, por fin era como él, aunque muy en sus adentros habría deseado ser él como ella y no condenarla a lo que él consideraba un eterno pesar, a lo que odiaba tanto ser y no podría cambiar jamás.
Él le extendió su mano, ya que apenas despertaba del sopor que la muerte dejaba tras de sí, la nueva sangre que la recorría ahora dominaba su cuerpo, y aquellos fuertes instintos de los que tanto había escuchado se hacían presentes y se apoderaban de su ser; tenía hambre como nunca la había tenido, no era simple sed como había leído en cientos de novelas, era autentica hambre que hacía a todo su cuerpo quemarse, y su amado lo sabía, hacía ya muchísimos años él había sentido lo mismo, cuando... detuvo sus pensamientos, no querría recordar aquello, que lo condenaba, solo hizo un ademán y pronto hicieron pasar a una bella y virgen joven de apenas unos quince años.
-Éste es mi primer regalo para ti mi niña, bebe-
Y ella pudo olerla, la deseaba con suma fuerza, y se abalanzó sobre la joven sin poder contenerse, sin disfrutar el momento como hubiese deseado hacerlo con su primer sangre; pero si lo hizo, claro que lo hizo, y de una forma algo salvaje mordió su blanco cuello, sintió aquel cálido manjar surgir de la joven, formar lentamente parte de su propio ser, sin saber donde comenzaba una y terminaba la otra, viendo pequeñas experiencias de aquella niña, que ahora serían suyas, deseaba jamás separarse de aquel joven cuello, de aquella cálida piel como lo había sido la suya pocas horas antes; hasta que aquella voz gruesa y consentidora sonó, ella la escuchó lejos y pretendía no escucharlo, quería no hacerlo y poder seguir ahí por siempre, y aquella firme y fuerte mano tocó su hombro apartándola.
-Es suficiente mi niña, ha muerto-
Él quiso decirle que no soportaría que la llevase con ella, pero tenía plena seguridad de que su amada lo sabía, habían hablado ya antes sobre el tema, de ese momento y de cuanto deseaban que sucediera.
-Te amo mi niña, mi eterna esposa-
Y ella se levantó abrazando al que era su padre, su amante, su esposo y maestro.
-Y yo a ti Caliel-
Esa noche él se quedó junto a ella, la primera noche de tantas que vendrían en las que no podría dormir ya más, esa sería una de las pocas cosas que extrañaría, lo sabía desde mucho antes. En su mente ahora estaban las experiencias y vivencias de aquella joven de la que ya se habían llevado el cuerpo, pero quiso hacer un esfuerzo por sacarlos de su mente y concentrarse en lo maravilloso que era todo aquello para ella, hacía demasiado tiempo que lo deseaba, había encontrado en su “búsqueda” unos cuantos, que eran importantes amigos ahora; siempre le daban la posibilidad de conseguir lo que deseaba, no sin antes decirle que eso no es lo que desean para ella, ¿sería acaso tan malo lo que es ahora que todos ellos odian serlo?, creyéndose merecedores de la muerte, ¡pero sin poder alcanzarla!... por lo que la posibilidad que le daban era muy lejana, fue solo su amado quien le dio esa posibilidad y con ella mucho más de lo que ella hubiese soñado jamás. Quiso decírselo, quiso gritarlo, pero él lo sabía ya, comprendía bien, ahora que entre ellos no eran ya más necesarias las palabras, no del todo.
Por un momento su mente divagaba en todo lo sucedido, la larga espera desde que él decidió que la deseaba junto a él, un problema tras otro, pero es así siempre la vida, ¿no?... retrasando siempre el viaje, y al final, cuando Raimond por fin tuvo los papeles y vino por ella, el viaje en avión, el miedo, la emoción, tantas sensaciones mezcladas, adrenalina, nostalgia, y mal de conciencia por su familia y amigos, a quienes no había dicho nada de su viaje, simplemente desapareciendo, y no debía, no podía, jamás sin poner en riesgo sus deseos, su sueño, a su nueva y eterna familia. Recordaba el avión llegando al aeropuerto, y su amado esperándola ahí, abrazándola, besándola, el viaje en aquel lujoso auto, llegando por fin a aquel enorme sitio donde su nueva familia habitaba, la primera noche junto a su amado, siendo así por deseo propio de disfrutar junto a él su primera noche siendo aun humana, y la noche siguiente, ésa misma noche, el sentir como las fuerzas la abandonaban luego de él clavar sus colmillos en su pecho cálido y tierno,  verlo herirse la muñeca y darle a beber, ese líquido que quiso beber hasta acabarlo, mientras sentía como cada vena, cada artería de su cuerpo era llenada con la nueva sangre, la muñeca le fue apartada, y su cuerpo convulsionaba, la muerte vino por tres segundos, y la nueva vida llegó abriéndose el cielo en si mismo para ella… finalmente su amanecer inmortal había llegado…  

Fin… o más bien... el comienzo...



sábado, 27 de agosto de 2011

El recorrido de los sueños

El recorrido de los sueños
Leiru Racso

Retroceder un paso sería lo ideal para el tiempo,
Pero sé, que para llegar a ti, he de estar un paso adelante,
Heme aquí tomando la carrera de mi vida,
Estando cada vez más cerca del encuentro de nuestros brazos,
Aun que esto aun nos parezca una fantasía.
Pues nuestro amor es un cuento de ficción
En un libro de ciencias exactas,
Suspirando la poética de los sueños.
He alcanzado una mano divina entre el viento
Y he visto en la profundidad de la noche
Un cielo de estrellas míticas en el reflejo de tus ojos.
Me he embriagado con esa voz tuya,
Leyenda entre el sonido nocturno de los sueños,
Y he dejado hechizarse a mi cuerpo
Esos labios íntegros en la infinidad del cosmos.
Deje que te albergaras tan profunda en mi alma,
Que tu imagen ya se ha cicatrizado en mi recuerdo,
El recuerdo que es tan bello como tu sonrisa
O lacrimógeno como las lluvias de agosto.
Soy como un reptil que se ha dejado secar al sol,
Piel escamosa del olvido que espera evaporarse en una nube
Y navegar en ese viento que solo sabe viajar por tus cabellos,
Para así acariciar tus mejillas y llegar a tus labios como un suspiro.