miércoles, 25 de abril de 2012

Sueños - I Parte


Sueños  I Parte



El camino era oscuro esa noche, la luna que siempre iluminaba su camino cual fiel madre que cuida a sus hijos esa noche no se divisaba en el cielo, las estrellas, pequeñas lamparillas tintineantes también habían desaparecido de la vista, en su lugar un techo cuál carbón era lo que se divisaba, estaba helado, era una de esas noches que te calan los huesos por completo, y puedes ver tu aliento convertido en una especie de humillo blanco saliendo de tu boca al respirar.

Caminaba, hacía tanto que lo hacía que ya había olvidado lo que la había hecho salir en un principio, su andar era ligero y a la vez lento, sus ropajes maltratados evidenciaban su continuo recorrido, la carretera estaba mojada, y pequeñas piedrecillas se clavaban en sus pies descalzos que estaban cubiertos de heridas, sangrantes, pero parecía no importarle, parecía quizás que el frío la había hecho olvidar el punzo cortante dolor que se acrecentaba con cada paso que daba en aquel camino blanco.

Una espesa neblina cubría todo el lugar, era imposible ver si quiera sus propias manos, no tenía idea de donde se encontraba ni cuánto tiempo llevaba caminando por aquella senda sin un fin aparente. Su cuerpo estaba en apariencia agotado, grandes bolsas negras se dibujaban bajo su rostro de pálido color, sus mejillas estaban ruborizadas, por el frío probablemente, sus labios de un rosa pálido sobresalían levemente en su rostro delgado, sus ojos eran grandes, con un vago brillo en ellos, cubiertos por largas y negras pestañas, completamente enmarcados por un par de bellas y finas cejas.

Una hora, dos horas, tres, cuatro, diez; el tiempo se había convertido en algo etéreo en su marcha, una chispeante luz la cegó por un instante, haciéndola  detener el paso, posó su mano fría y blanca sobre su rostro, para disminuir la luz que se dirigía a sus ojos, haciéndola salir del trance aparente en el que se encontraba.

Vislumbró a orillas de su camino una muralla de arboles, aparentemente algo descuidados en cuanto al podage, se dirigió hasta allí, habían unos escalones de cemento que llevaban hasta una pequeña entrada con un portón de metal incrustado en medio del verdor grisáceo de los arboles, los fríos tubos de hierro delicadamente moldeados hacían exquisitos diseños en aquel portón, sobre el cual los arboles hacían un marco, y a un lado de ellos se encontraba una lámpara, que fue lo que la había encandilado en un principio.

Comenzó a caminar hasta allí lentamente, sin dejar de ver el portón, comenzó a subir los pocos escalones hasta el portón que se abrió de par en par cuando ella se encontraba a un metro de él, un sonido chirriante rezumbó en el lugar, interrumpiendo el silencio sepulcral de aquel sitio, que antes del chirrido solo dejaba escuchar la acelerada respiración de aquella joven dama. Al observar con dificultad lo que había del otro lado del portón, se encontró con una colina, donde las escaleras subían y se extendían a cada paso que daba.

Al caminar hacia arriba la neblina se disipaba lentamente, y podía divisar cruces sembradas en pasto, de distintas formas, parecían extenderse cuál bosque, algunas figuras de ángeles y criaturas se alzaban del suelo, se dio cuenta de que eran tumbas. Siguió su camino y al llegar arriba de la colina se encontró con plantas de rosas sembradas por todo el lugar y a lo lejos una figura se alzaba cuál estatua de mármol. Pensó que lo era, justo ahí, en medio del camino que estaba siguiendo, parecía observarla fijamente, pero era inmutable, no se movía a pesar del viento que movía su largo cabello azabache, finalmente, al estar más cerca ella, aquel rostro pálido dibujó una media sonrisa en sus labios, y aquel brazo largo se levantó en el aire, extendiendo su mano hacia ella, cautivándola de inmediato.

Ella caminó lentamente hacia él, todo aquello era como un hechizo; extendió también su mano blanca y en apariencia débil, hacia aquel ser impávido e inexorable, tocando la estatua que con rasgos finos le sonreía,  aunque acertadamente podría pensarse que era un ángel más de los muchos que se encontraban petrificados sobre las tumbas de la colina.

La mano de la estatua se movió una vez más sujetando la de ella, era delicada al tacto, suave... pero fuerte, sin lugar a dudas lo era, y a pesar de eso, al tomarla lo hacía con suma delicadeza. Le dijo algunas palabras al oído que resonaron en aquel, al parecer, solitario lugar, la voz de aquel ser era profunda y parecía acariciar su alma con cada palabra.

Ambos brazos del ser del mármol viviente se levantaron luego de que aquellas palabras quizá mágicas resonaran, rodeándole la espalda algo delicada en un abrazo, presionándola contra su cuerpo también delgado, pero fornido. La chica sintió un par de fríos labios contra los suyos que seguramente estaban más pálidos de lo usual, obsequiándole un tierno beso que ella correspondió al darle su calor a aquel helado cuerpo, el beso se extendió hasta su cuello largo y blanco, sintió un leve dolor punzante, excusándolo con el frío que sentía recorriendo todo su cuerpo, pero que a la vez era opacado por el calor tenue de aquel frío cuerpo, si es que esto tiene algún sentido... la chica se desvaneció en aquel momento, con aquel sentimiento que le oprimía el pecho expandiéndose por todo su cuerpo.

Un leve gesto de molestia se evidenció en su rostro con su nariz arrugada al igual que su sien al sentir un rayo de luz mañanero sobre su cara, como un reflejo puso la mano sobre su rostro, sentándose luego en su cama... siendo todo aquello demasiado nostálgico, como que si el recuerdo de la noche anterior fuese algo más que un vago recuerdo, como que si fuese algo que realmente hubiese vivido hace pocas horas, más en ese instante todo le pareció un sueño... el camino, la neblina, el cabello azabache y los labios fríos.

Frotó un poco sus ojos con ambas manos, metió sus dedos largos entre su cabello suelto y enmarañado, lo tiró hacia atrás y se puso luego en pie dando un vistazo fugaz a la habitación, las cortinas grises ondeaban movidas por el viento, la ventana estaba abierta de par en par, algo poco usual, porque siempre acostumbraba poner el cerrojo antes de irse a dormir.

-Curioso- Mencionó con suma tranquilidad.

Se acercó al espejo de su buró mirándose, estaba inusualmente más pálida de lo que solía estarlo normalmente, se miró de cuerpo entero, sus ropajes estaban desgastados y sucios, al igual que en sus sueños; miró sus pies, estaban sucios y lacerados, corrió un poco su cabello, y ahí muy cerca del musculo traqueal se encontró con dos pequeños puntitos rojos, casi como dos punzadas de aguja, que le dolían un poco.

Se dirigió hasta el baño, y luego de una reparadora ducha decidió salir a enfrentar el mórbido mundo, secó su cuerpo delgado y delicado lentamente, luego se vistió, unos jeans de mezclilla negros, y una blusa de tirantes del mismo color, guantes en sus manos y el cabello suelto, y con una pañoleta en su cuello hizo menos visible su pequeña heridilla.

Era un día nuevo, el celular a un lado de su cama estaba sonando, finalmente se dispuso a contestar... era una vieja amiga del la cual no sabía hace bastante tiempo, pidiéndole salir esa noche con ella a beber algo... siendo su vieja amiga de la infancia, e intentando salir de su mundo de ensueño decidió aceptar a la invitación.

Pasó el día ociosa en casa, después de todo eran las vacaciones de verano, el día había estado soleado y un poco caluroso, pero con brisas frescas que al colarse por la ventana llenaban la estancia, haciendo el ambiente relativamente cómodo, arregló un poco el desastre que tenía por casa, y se dispuso a leer un rato, el libro era muy interesante, siempre había tenido afinidad por la lectura, pero a pesar de que aquel libro la tuviese prendada con sus palabras, no lograba concentrarse en lo que leía, el sabor agri-dulce que le dejó aquel sueño del que había despertado hacía unas pocas horas,  la hacía perderse en los vagos recuerdos de todo aquello, que poco a poco, entre la misma neblina blanca en la que recordaba haber estado caminando, se desvanecían, dejando esa pequeña opresión en el pecho, ah, y el suspiro luego.

Se quedó dormida en el sofá, aparentemente varias horas, cuando su teléfono sonando la hizo abrir los ojos, contestó en medio de un bostezo, era su vieja amiga, avisándole que estaba por llegar a su casa, la chica se levantó rápidamente,  revisó su rostro, solo para no recibirla con cara de sueño, y se acomodó un poco su melena… finalmente escuchó un auto aparcar al frente y, toc, toc, toc… su amiga llamaba a la puerta.

-Voy…-

Dijo mientras se acercaba a abrir. Efectivamente era su vieja amiga, no parecía haber cambiado demasiado, aparte de un par de bolsas bajo sus ojos, que evidenciaban las trasnochadas noches de estudios, por las cuáles ella también pasaba constantemente. Al verla, un abrazo efusivo por parte de su amiga fue lo primero que recibió.

-Hola amiga, ¡me da tanto gusto verte!, ¿Cómo has estado mi vida?-

Le decía su amiga con emoción al verla abrir la puerta. Ella esbozando una sonrisa, quizá un poco forzada contestaba a sus preguntas, con la típica respuesta.

-Muy bien ¿y tú?-

Su amiga le contaba luego de cuan cansado ha estado todo con los estudios, que casi no le quedaba tiempo para salir, cosas sobre uno que otro chico que había conocido… ella escuchaba a su amiga, pretendiendo interés en sus palabras, aunque su mente realmente estuviese en aquel sueño, del cual cada vez recordaba menos, hasta que las palabras de su amiga la hicieron volver en sí.

-Bien, ¿nos vamos?-

Respondiendo afirmativamente a aquella pregunta, ambas chicas se montaron en aquel automóvil, quizá demasiado tosco para ser conducido por una dama, y se dirigieron hacia una discoteque, durante el viaje su amiga le siguió contando sobre su novio, y otros chicos que habían aparecido durante sus cortas salidas en la universidad, ella asentía, sonreía, y le daba algún que otro consejo; a pesar de no estar prestando demasiada atención siempre podía aconsejarla. Siempre había tenido buenas facultades para aconsejar a los demás con sabiduría, pero por contrariedades no aplicaba esos consejos en sí misma cuando más debería haberlo hecho.

Finalmente dejaron el auto en un estacionamiento muy cerca del edificio de la discoteque, caminaron un poco hasta llegar a la entrada de la misma, la entrada era algo exclusiva, pero a un par de chicas tan guapas como ellas las dejaron pasar sin mayor problema, habían varios pisos, uno dónde sonaba buen rock,  y una zona donde se podía hablar sin demasiado barullo. Se sentaron en una mesa, hablaron algunas trivialidades, hasta que su amiga le dijo haber visto a un familiar, o amigo, por lo que se levantó y fue a hablar con ellos.

-Claro, aquí te espero Jesica-

Le dijo sin prestarle mayor importancia, mientras su mirada se posaba en un par de ojos brillantes que había notado hace rato no le quitaban la vista de encima. Un joven, muy atractivo, de piel pálida, cabellos negros amarrados con una liga, chaqueta de cuero y jeans negros, se puso de pie, con un andar bastante elegante y seguro llegó hasta su mesa, y sin pedir permiso se sentó en el asiento frente a ella. Lo cual pareció no disgustarle, ya que le parecía vagamente familiar, en definitiva lo conocía, pero… ¿de dónde?...

-Hola Astrid-

Dijo la voz de aquel joven, fuerte y seductora, pero lo más sorprendente, era que supiese su nombre, en definitiva la conocía, pero ella no podía recordar su nombre, lo cual la hizo sentirse algo apenada.

-Hola-

Le respondió ella a secas y con algo de timidez. En los ojos del joven se vio reflejada algo de tristeza, que ella evidenció casi inmediatamente, como que si lo conociese a la perfección, lo que la hizo cerrar el puño de su mano, apretando con fuerza, clavándose sus propias uñas.

-Así que lo has olvidado-

Le dijo él, y con esas palabras ella sintió como que si un baño de agua helada le hiriese todo el cuerpo con cientos de finas agujas. Ella tragó un poco de saliva que había acumulado en su boca, y respiró simulando estar calmada, aunque por un instante hubiese olvidado respirar.

-Yo… -

Dijo trabando sus palabras, se sentía confundida, no sabía que responderle… podría haberle dicho que no recordaba quien era, pero sentía que no era lo que debía hacer, algo le decía que no, que eso lo heriría, y además ella lo conocía, sí que lo conocía, todo de él parecía conocerlo, y a la vez era un completo extraño. “Debo estar loca”, pensó en sus adentros, sabiendo que sus sentimientos y pensamientos eran completamente contradictorios, y como muchas otras veces, decidió hacer caso a sus instintos, después de todo, cuando no lo había hecho se había llevado los peores chascos en su vida.

El chico la observaba fijamente, y algo curioso fue que sonriese, con esa cara de dulzura que solo una madre, o alguien que te ama realmente pone cuando haces algo torpe. Él pasó su mano por sobre la mesa, tocando la de ella, y fue como si una descarga eléctrica recorriese su todo su cuerpo, fracciones de imágenes del sueño que había tenido llegaron a su mente, ahora nítidas, y al ver esa última imagen, ahí, en la cima de la colina, si, era el mismo rostro de quien sujetaba su mano en ese momento.

Ella se quedó perpleja por un instante, quizá debió haberse asustado, pero caso contrario, su corazón comenzó a palpitar con rapidez, sus ojos se abrieron de par en par, muy sorprendida, ese que estaba ahí, era el hombre que la cautivaba en lo que ella pensaba eran sus sueños, y luego de un instante recordó no haber sido el de la noche anterior el primer sueño dónde lo había visto.

-Ven mi niña, ven conmigo-

El guardó silencio mientras se ponía en pie, aun tomado de la mano de ella, la sujetaba con suma delicadeza, y fue ahí cuando ella entró en cuentas de que estaba frío, notoria e inusualmente frío, pero no le importó, porque él hacía que su sangre hirviese, y quiso que no la soltara jamás. Ella se puso en pie también, e hizo ademán a seguirlo, pero en ese momento recordó a su amiga, Jesica no tardaría en regresar, ella lo miró, él era ahora más importante que una reunión con su vieja amiga.

-Aguarda un segundo-

Le dijo, aunque él parecía de antemano saber lo que ella pensaba. Astrid sacó un lápiz labial de su bolsillo, y sobre una servilleta dejó una improvisada nota. “Encontré a un viejo amigo, no te preocupes, te marco mañana”. Al menos así su amiga no se preocuparía demasiado, aunque probablemente se enfadaría un poco por haberla dejado abandonada, pero bueno, eso no le importaba ahora. Salió de la discoteque tomada de la mano de aquel joven, del que, luego de caer en cuentas aun no sabía ni su nombre, y a pesar de eso, era como si lo conociese de toda una vida.

Caminaron fuera, hasta llegar a una zona donde habían varios coches y motocicletas estacionadas, él se dirigió hasta una motocicleta  Harley Davidson, no supo en qué momento, fue demasiado rápido, pero ya tenía las llaves puestas en la motocicleta, y con una mirada impactante, todo de él lo era, la invitaba a tomar asiento atrás.

-Al menos dime tu nombre antes-

Mencionó ella, haciendo caso un poco a su cerebro y no tanto a sus instintos, aunque esa noche, como llevada por el acelerado ritmo de su corazón, el cerebro no tendría demasiada cabida, los instintos estaban a flor de piel, y eran los que dominaban. Lo miró expectante de su respuesta, él abrió sus finos labios apenas para dejar escapar aquel nombre que jamás olvidaría.

-Caliel-

Oh nombre más poco común el que había pronunciado, pero le parecía tan conocido. Quiso decirle un cumplido, pero él la esperaba, así que se limitó a sonreírle, montándose en aquella motocicleta completamente negra, al igual que los ropajes de aquellos que la montaban; arrancó, y rápidamente se alejaban de aquel lugar, los autos pasaban, las luces y los brillantes anuncios pasaban veloces frente a sus ojos. Ella instintivamente le abrazó el abdomen, se sentía increíblemente cómoda, como le hubiese gustado que ese paseo jamás terminase, pero al cabo de un rato las luces eran menos constantes, se dio cuenta de que habían salido de la ciudad, y parajes llenos de árboles llenaban el ambiente a orillas de aquella carretera.

Finalmente llegaron a lo que parecía ser un edificio en construcción, habían varias bigas amontonadas en el suelo, sacos, y aquel edificio de varios pisos hacia arriba, todo en medio de muchos árboles; la luna brillaba en el cielo, y era tapada de cuando en cuando por las nubes, que parecían acariciarla con suavidad, al detener la motocicleta varios pájaros salieron volando despavoridos, haciendo algo de ruido a mover las ramas de los arboles.

Ella se bajó, acto seguido él hizo lo mismo, le tendió la mano, sabía que ella estaba bastante confundida, pero aun así él, al cual sólo había visto en sus sueños, la llenaba de una confianza inmensurable, tan inmensurable como la profundidad de sus ojos verdes.

-¿Confías en mí?- Cuestionó aquella voz incomparable, confundiéndose con los soplidos del viento entre las hojas de los árboles.

-Con mi vida- Respondió, aun no comprendía la magnitud de esas palabras, pero estaba segura de que así era.

Él la tomó entre sus brazos, y antes de que se percatara sentía nuevamente el viento helado en su rostro, aunque ésta vez con una extraña sensación de vacío en la boca de su estómago; observó como todo fluía rápidamente, ¿estaban volando?; no lo supo, pero en poco tiempo estaban sobre lo alto de aquel edificio en construcción.

Aún tenía muchas cosas que preguntarle, quiso hacerlo, pero sabía que no era el momento; de alguna extraña forma con su mirada parecía explicarle todo, aunque realmente no tuviese explicación alguna. Todo aquello le parecía descabellado y contradictorio… pero nada en su vida tuvo jamás mayor lógica que esto.



Continuará.......



lunes, 2 de abril de 2012

Tan solo un mortal más!!!

Pecar es mortal
amar también lo es
cuando aquel alma
condenada al frío polar
de corazón y sentimientos
decide que desea aquello
que prohibido ha sido
privilegio de los mortales
y cae... como aquella primer estrella
pecando, por fin buscando
sentir, ¡si!, tan sólo sentir
ese crepitar incandescente
aquel sentir tan conocido
analizado, estudiado
pero jamás sentido
cruel mito casi imposible
que observase siempre revivir
las mariposas revoloteantes
torrentes de aquel manjar
líquido carmesí ascelerado
y sin darse cuenta
sin mayor esfuerzo
tan sólo porque así debía de ser
pecho de mármol
latidos lascerantes
demostrando un deseo palpable
miedos encontrados
temor a herirse
temor a herirla
y el escudo visible
estrella que no podrá
al cielo nuevamente regresar
ahora pena como aquello
que desde siempre envidió
desde siempre observó
tan sólo un mortal más!